Mi experiencia


(Jesús dijo:) Si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo. Juan 12:32

Llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados. 1 Pedro 2:24

«Durante los ejercicios de maniobras militares, mientras iba traqueteado en la plataforma de un vehículo, leí por primera vez el pasaje de la crucifixión de Jesús. La imagen del crucificado permaneció arraigada en mi mente todo el día. Impaciente, esperaba que llegase la noche para poder conversar con un creyente que ya me había hablado de Jesús. Guiado por sus palabras, me arrodillé ante Dios y oré: «Dios mío, me presento ante ti, pongo mi vida en tus manos. Borra todo lo que no viene de ti, la malicia, las apariencias, y dame aquello que es verdadero. Ven a habitar en mí».
Las palabras de Jesús me venían a la mente: “El que cree en mí, tiene vida eterna” (Juan 6:47). Pensaba en el sentido de la cruz, esa cruz que conocemos muy bien como símbolo, pero de cuyas exigencias no queremos saber nada. Para algunos la cruz sólo es una joya de mucho valor, para otros es un signo casi mágico, y para otros es un ídolo de bronce. Unos la ven como símbolo de la muerte y otros como un objeto de escándalo. Pero en realidad, ¿qué representa la cruz para mí?
Poco a poco me di cuenta de que ahí, en una cruz, Jesús murió por mí, que dio su vida para librarme del mal. Una paz profunda, nueva y desconocida me invadió. Entonces supe que Dios había perdonado mis pecados».
K. B.

© Editiorial La Buena Semilla
Enviado por Nilda

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