NUEVOS COMIENZOS

Dios quiere darnos una nueva manera de hablar, pensar y razonar las cosas.
John Newton, el compositor del himno "Sublime gracia", expresó lo siguiente: "Aunque no soy lo que debiera ser, ni lo que me gustaría ser, ni tampoco lo que espero ser, puedo decir honestamente que tampoco soy lo que era una vez... ¡Por la gracia de Dios soy lo que soy!".

Debemos dejar atrás las costumbres de nuestro pasado. Muchas de ellas las hemos adquirido con el tiempo y se han hecho un hábito en nosotros. Ya sea nuestra manera de pensar o nuestra manera de hablar o aun cuando se nos hace difícil decir la verdad; todo eso vuelve a ser parte de nuestra vida natural.
Tenemos que aprender a cambiar nuestras costumbres. Dios quiere darnos una nueva vida, una nueva manera de hablar, de pensar, una forma diferente de razonar las cosas. Él no quiere que pensemos como los demás, porque nuestra vida como seguidores de Jesús debe ser excelente. Cuando el mundo vea en nosotros tanta alegría y paz, podrá decir: "¿Cómo puedo conseguir eso que tú tienes?".
Nuestra vida debe ser victoriosa. No me refiero a una vida libre de pro­blemas, sino a una vida llena de la pre­sencia de Dios. Siempre tendremos que batallar, pero El peleará por nosotros (ver Nehemías 4:20).
Hace muchos años, en la iglesia de un pequeño pueblo había una hermana que, cuando le preguntaban cómo estaba, respondía: "Pues ahí, maleándola. Me duele acá, me duele allá. Me duele todo, el diablo me da mucha guerra y no sé que hacer con él".
Debemos cambiar nuestras costumbres y nuestra manera de hablar. Cuando nos pregunten cómo estamos, nuestra respuesta debe ser: "Estoy muy bien, bendecido, lleno, abundante, colmado de la paz de Dios" o alguna otra afirmación que subraye las cosas buenas que Dios hace en nuestras vidas.
Dicen los expertos que sólo se requieren veintiún días para afirmar una costumbre nueva. Quiero animarlo a que en los próximos veintiún días, usted hable de otra manera. Ponga una sonrisa sobre sus labios y se hará un hábito en su vida.
En los tiempos de Jesús, había un "cha­parrito" que se llamaba Zaqueo. Tal vez tenía ese nombre porque "saqueó a todo el mundo". Era uno de esos hombres de negocios que armaba muy extrañamente los libros de contabilidad y había saqueado a muchos económicamente.
Jesús fue a la casa de Zaqueo y allí tuvo un tremendo encuentro con el Señor. Tan fuerte fue su conversión que no solamente dejó sus malas costumbres sino que repuso todo el daño que había hecho.
En lugar de lavarse las manos, Zaqueo restituyó todo a las personas a las que había causado daño. Cuando tomamos malas decisiones y como resultado de ello dañamos personas, deberíamos buscar la manera de restituir esa consecuencia. Dios honrará esa acción.
En el caso de Zaqueo, él respondió: "Devolveré cuadruplicadamente todo lo que les he robado". Imagínese lo que les había robado si podía devolverles cuadri­plicadamente. La nueva vida de Zaqueo con Jesús fue una bendición. Comenzó inmediatamente a dar de sus bienes, a cambiar su manera de vivir.
Pablo mismo cambió sus costumbres. Después de haber odiado tanto a Jesús, por su religiosidad, terminó amándolo con todo su corazón. Primero, persiguió a todas aquellas personas que amaban a Cristo, luego, las abrazó. Viajó por todo el mundo predicando acerca de Jesús. Él escribía y enseñaba a las personas acerca de cómo vivir para Cristo.
Dios quiere y puede cambiar nuestras costumbres. Él quiere que tengamos hábitos de acuerdo a su Palabra, deseo, y propósito. El fruto del Espíritu en nuestra vida es: mansedumbre, paz, gozo, paciencia, templanza, y otros más. Él quiere poner todas las cualidades del Espíritu Santo en nuestra vida. Lo único que tenemos que hacer es tomar el compromiso de dejar atrás las viejas costumbres. Comencemos a pensar y hablar de una manera distinta; somos bendecidos para bendecir e impartir paz y gozo a todos los que nos rodean.

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