La verdadera fortaleza se demuestra en la alabanza
Estas
acciones, si bien son nobles, todavía no son la perfecta voluntad de
Dios. Padecer, sufrir y soportar son acciones que todavía nos pueden
hacer aparecer como débiles, como si nosotros aceptáramos padecer porque
no nos queda otra opción; que tenemos que sufrir porque los demás son
más poderosos, así que no podemos rebelarnos contra ellos. Estas
acciones, si bien son loables, no son la verdad completa; porque somos
llamados también a gozarnos en la tribulación, a cantar en medio del
dolor, y a tener paz en medio de la tormenta. Recién cuando un cristiano
se goza en la tribulación, cuando canta en medio del dolor, como aquí
Pablo y Silas, entonces se manifiesta en él la verdadera fortaleza.
Los
cristianos somos aparentemente débiles, aparentemente frágiles;
aparentemente, nos pueden avasallar. Pero dentro de nosotros hay una
tremenda fortaleza: tenemos dentro de nosotros el Espíritu de
resurrección con que el Padre levantó a Jesús de entre los muertos. Así
que, hermanos, vamos a hablar un poco hoy acerca del gozo, acerca de la
paz, acerca de la plenitud, de la felicidad, de la dicha que nosotros
los cristianos somos llamados a experimentar aun en medio de las
circunstancias más terribles.
El
apóstol Pablo dice en una de sus epístolas: "...como entristecidos, mas
siempre gozosos". Creo que esa frase expresa muy bien lo que es la vida
cristiana, lo que es la experiencia común de un cristiano. Pablo, el
mismo que aquí en la cárcel de Filipos cantaba himnos a Dios cuando su
piel estaba desgarrada por los azotes, cuando sus pies estaban
aprisionados en el cepo, cuando las llagas de su cuerpo estaban
abiertas. ¿Pablo estaba llorando? ¡Estaba cantando himnos a Dios!
El
himno, a diferencia de un 'corito' o de una canción, se caracteriza por
ser solemne. Es como llenar de gloria un ambiente, para Dios. Hay
muchos himnos gloriosos que escribieron hermanos del pasado. Los
escribieron mientras estaban encarcelados, o bajo fuertes tribulaciones.
Ellos podían decir: "Hay una paz en mi alma que inunda mi ser, una paz
que el mundo no puede dar". Cristianos que habían perdido seres
queridos, que habían sufrido tragedias, desgracias, podían componer
himnos como esos, himnos de victoria, como los que Pablo cantaba. "Como
entristecidos, mas siempre gozosos".
Hay
en esto una paradoja. ¿Por qué nosotros cantamos en los velorios? ¿Por
qué llevamos una guitarra para el cementerio? Porque la vida cristiana,
amados hermanos, aunque tiene lágrimas, es sobre todo una vida de gozo.
Llorando, estamos llenos de gozo; sufriendo, no tenemos amargura; porque
aun los sufrimientos nos transforman, nos edifican.
Pablo en Filipos
Pablo
tuvo esta experiencia en Filipos; encarcelado, llagado, cantando
himnos. Así nació la iglesia en Filipos. Y es por eso que, cuando leemos
la carta de Pablo a los filipenses, encontramos gozo, una y otra vez.
"Gozaos, gozaos en el Señor siempre... Os digo: regocijaos". Para los
hermanos de Filipos, Pablo era un hombre muy conocido por el gozo en
medio del dolor, en medio de la prueba. ¿Quién era Pablo para los
hermanos de Filipos? Era el hombre que cantaba himnos mientras estaba
encarcelado. Por eso, cuando leemos Filipenses capítulo 3, por ejemplo,
encontramos: "Por lo demás, hermanos, gozaos en el Señor".
Tengamos
la Biblia a la mano, y consultémosla, porque aquí está la verdad de
Dios. Tenemos que afirmar nuestro corazón en la verdad. Filipenses 3:1
dice: "Por lo demás, hermanos, gozaos en el Señor". Mire Filipenses 2:29
-se está refiriendo a algún hermano que está exhortando a que lo
reciban-, dice: "Recibidle, pues, en el Señor, con todo gozo".
Ahora,
versículo 4:4. "Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo:
¡Regocijaos!". Aquí la palabra está entre signos de exclamación. Pocas
veces la Escritura tiene expresiones entre signos de exclamación.
¿Cuándo escribió Pablo esta carta? ¿En qué circunstancias de su vida
escribió esta carta? ¿Estaba en un hotel de cinco estrellas? ¿Estaba en
una hamaca tomando la brisa de la tarde? ¿Estaba tomando el sol en una
playa? ¡Estaba en la cárcel en Roma!
Ustedes
saben que los emperadores romanos no eran muy amables con los presos.
Eran terribles las condiciones de insalubridad, de mugre, que había en
una cárcel romana. Y ahí Pablo, en medio de toda esa circunstancia
adversa, dice: "Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo:
¡Regocijaos!".
Hermanos,
no estamos diciendo que no hay penas, que no vamos a derramar lágrimas.
No estamos diciendo que tal vez mañana no tengamos alguna prueba que
nos parta el corazón. Lo que estamos diciendo es que la vida cristiana
es una paradoja. Es esto, es la muerte que nos circunda, es la muerte
que nos quiere subyugar y atacar; pero es la vida de resurrección que
está dentro de nosotros, y la vida sobrepuja a la muerte. Pablo escribe
Filipenses en la cárcel, y esta es la epístola del gozo. Por fuera,
había tempestad, pero adentro gobernaba la paz.
En Cristo no hay ansiedad
¿Estás
preocupado, ansioso y agitado? Mira arriba. Ve al Hombre, a Jesús, en
la gloria. Deja que el rostro de Jesús resplandezca sobre ti, el
maravilloso rostro del Señor Jesucristo. ¿Acaso Cristo está angustiado,
agobiado? No se ve en su frente ni cuidado ni sombra de ansiedad. Cristo
ha vencido. Él está sentado en su trono, y los cristianos estamos
unidos a él, al trono de Dios. Hay sufrimientos. Sin embargo, dentro de
nosotros hay una fuente, hay un agua que brota, hay una paz que
sobrepasa todo entendimiento, hay una vida poderosa que puede más que
los problemas.
El
cristiano más maduro y espiritual, hermanos, no es el más ceñudo, el
que está siempre así como aproblemado, como que lleva toda la carga del
universo sobre sus hombros. No es el más severo, no es el más estoico,
sino aquel que se goza en el Señor en todo tiempo. Hermanos, ¿hemos
perdido la sonrisa, hemos perdido la alabanza? Cuando la iglesia está
cantando, ¿cómo está nuestro rostro, cómo está la actitud de nuestro
corazón? ¿Hay circunstancias tan terribles que nos impiden bendecir a
Aquel que nos rescató?
En Su presencia hay plenitud de gozo
Dice
la Escritura que nosotros somos guardados por la paz de Dios. "Y la paz
de Dios gobierne vuestros corazones". Oh, hermanos, tenemos paz. El
Señor nos dio su paz, el Señor nos dio su gozo; esta es nuestra
posesión, es nuestra herencia. A propósito de herencia, Salmo 16. Este
salmo lleva por título en esta versión de la Reina-Valera: "Una herencia
escogida". Y se habla aquí, como en el 5, por ejemplo: "Jehová es la
porción de mi herencia y de mi copa". Y fíjense ustedes cómo termina
este salmo de la herencia. Versículo 11: "Me mostrarás la senda de la
vida; en tu presencia hay plenitud de gozo, delicias a tu diestra para
siempre".
Hermanos,
¿Dios es un Dios hosco, huraño, enojón, un Dios con el ceño fruncido?
No. Dice: "En tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra
para siempre". Hermanos jóvenes, les voy a hacer una invitación, un
desafío también. ¿Están sufriendo por algún desengaño? ¿Están
sintiéndose frustrados en el corazón porque el objeto de su amor no le
corresponde? ¿Están decepcionados porque no quedaron en la Carrera que
querían? ¿Están pasando por una tribulación porque el papá y la mamá les
tocaron un poquito? ¿Se sienten decaídos? Hermanos jóvenes, en la
presencia del Señor hay plenitud de gozo.
Las
horas más felices de mi juventud, desde que conocí al Señor, las pasé
en íntima comunión con Dios. A veces solo, a veces con algún otro
hermano, orando, alabando al Señor con una guitarra, a todo grito a
veces. ¡Qué gozo más grande! ¡Qué delicia, hermanos, tener a Jesús! Qué
delicia que el Espíritu Santo esté adentro de nosotros, y corra y fluya
como río. Hermanos, no nos olvidemos. El mundo busca la felicidad, y
hace montones de cosas y busca vestir bien, comer bien, tener honra,
éxito, pensando que eso lo llenará de gozo. Pero la plenitud del gozo,
el gozo pleno, absoluto, perfecto, sólo se puede hallar en Cristo. Y
esto no es una teoría, hermanos; no es un slogan. Jóvenes, en Cristo
está la plenitud del gozo. "Delicias a tu diestra para siempre".
Creo
que nos falta recuperar esta área de nuestra vida cristiana. A veces
somos muy serios, somos muy formales, somos muy parcos, somos muy
melancólicos.
El Señor Jesús hace todo ambiente atractivo
Un
cristiano que ha hallado su reposo en Cristo, es feliz. Hermano, ¿eres
feliz de verdad? ¿Tienes tu satisfacción, tu deleite, en Cristo; todo en
Cristo? Entonces, eres un hombre feliz. Eso tiene que notársenos
también en toda nuestra manera de ser. ¿Cómo nos saludamos? ¿Cómo nos
abrazamos? Cuando nos encontramos en la calle, ¿nuestro rostro dibuja
una sonrisa de gozo? Que el Señor nos ayude. Toda esa melancolía que
viene del mundo, ese desencanto, esa tristeza del mundo, que agobia,
reprendámosla también.
En
el cielo, habrá un estado de sumo gozo y paz; pero también aquí tenemos
a Aquel que alegra el cielo. ¿Quién hace que el cielo sea tan
atractivo? ¡El Señor Jesús! Saquen a nuestro Señor del cielo y el cielo
entonces será un lugar común y corriente. El cielo puede estar aquí hoy,
y de hecho está, porque el Señor está en medio nuestro. ¡Bendito es su
nombre!
No
quisiera hablar más; con esto es suficiente. Pero quisiera dejar con
ustedes este sentir. Hermanos, tenemos razones más que suficientes para
atropellarnos en la proclamación, en la expresión de alabanza, en la
expresión de adoración. Aunque sea una frase, una proclama breve. No
necesitamos extendernos demasiado, porque de esa manera podríamos
impedir que otros hablen. Todos nosotros tenemos razones para estar
felices; todos nosotros tenemos razones para alabar y bendecir al Señor.
El
reino de Dios es justicia, paz y gozo. Justicia en el sentido de que
hay el carácter justo de Dios. Luego, el gozo y la paz, dones
invaluables, preciosos, que el Señor nos ha dado. Que nuestra alabanza y
nuestra adoración sea más libre. Queremos expresar la riqueza que hay
dentro; queremos expresar la paz y el gozo que tenemos dentro. Que
ninguna circunstancia exterior nos avasalle, porque somos más que
vencedores. El Señor nos ayude.
Por: Eliseo Apablaza