Cuando todo me agobia
cuando
siento mi cuerpo doblegado
por la
lucha tenaz que significa
enfrentar
la fiereza de la hora.
Cuando
añoro la infancia,
cuando
alguien sobre mí
siempre
sabía
resolver
mis conflictos y temores
buscándome
seguro la salida.
Cuando
oteo febril el horizonte
una
mañana difícil que me aguarda…
anhelo
huir de tanta desventura,
porque
me siento incapaz
para
enfrentarla.
…dejar
atrás responsabilidades,
todas
las cosas que me dan quebranto
y
disfrutar serena, plenamente,
la
bucólica paz
que
ofrece el campo.
Pero
vuelvo a recurrir,
en mis
adentros,
a la
Palabra allí atesorada,
a mis
propios y caros sentimientos
a mi
exigua experiencia de cristiana,
y a la
oración,
que es
recurso milagroso
del
Poder
y la
paz que da el Eterno.
Recuerdo,
entre
aliviada y complacida,
que a
cada día
su
afán ha de bastarle.
Descansa,
descansa
alma mía;
no
sufras de orfandad,
¡tú
tienes Padre