Dios está dentro de ti, es por eso que existe una palabra divina en ti que resuelve problemas, que trae paz en medio de la guerra, y que soluciona las cosas más difíciles. Dios va a afirmar tu espíritu de tal manera que vas a ir al lugar de tu problema, lo vas a resolver en el nombre del Señor y saldrás en victoria.
Tienes que desatarte de la atadura de la pasividad
Había una mujer que tenía un espíritu de enfermedad en su cuerpo. Satanás la había atado durante doce años. Durante todo este tiempo esta pobre mujer había sufrido mucho y había gastado todo lo que tenía, y nada le había podido sanar, al contrario, cada vez estaba peor. Ella había escuchado hablar de Jesús, de sus milagros y decidió ir a buscarlo entre la multitud. Cuando lo encontró, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto y al instante se detuvo el flujo de sangre.
La mujer podría haber dicho: “me quedo como estoy, si los médicos no pudieron conmigo, nadie podrá”.
Nosotros podemos decir: “sigo esperando en el Señor”, “espero que Él haga algo”.
Nos tenemos que mover para poder desatarnos de lo que nos enferma, nadie lo hará por nosotros, Dios va a hacer su parte y nosotros tenemos que hacer la nuestra.
Jesús dijo: “¿Quién me tocó?”, hizo esa pregunta para romper con todas las estructuras legalistas que había puesto el sistema religioso y por sobre todo para sanar el corazón de esa mujer, quitar de ella la vergüenza y el dolor que había llevado por tantos años. Entonces Jesús la miró a los ojos y le dijo: “Hija, tu fe te ha salvado, desde hoy quedas sana y libre de tu enfermedad”.
Tienes que desatarte del “qué dirán”
Todos se detuvieron y se asombraron de que había quedado sana, pero en realidad no les importaba la sanidad de aquella mujer que venía sufriendo por años a causa de su enfermedad, lo importante para ellos era que Jesús no se estuviera contaminando.
Las ataduras nos las podemos poner nosotros mismos, o nos las pueden poner otras personas, pero es nuestra decisión el ceder o no a ellas. En el caso de esta mujer, su miedo era que la apedrearan por haber tocado a Jesús. La voz de los legalistas sonaba muy fuerte en sus oídos, ellos vivían amenazando a la gente para tenerla mentalmente atada a ellos. La pregunta es:
¿A quiénes todavía les tienes miedo? ¿Por qué les diste el control de tu vida? ¿Tanto poder tienen sus palabras, al punto de no permitirte pensar por ti misma?
Tienes que desatarte de la atadura de: “nací para sufrir”
Dios nos creó para que disfrutemos de todo; de una lección, de un paseo, de una charla, de una comida, lo que sea; decimos: “quiero disfrutar de la vida” pero no lo hacemos, y la vida se disfruta estando vivos. Es la gente que tiene todo pero no posee la capacidad para disfrutarlo, y quienes no disfrutan es porque no lo saben apreciar. Muchas veces miramos la felicidad futura, porque no podemos observar el presente; vivimos entre el pasado y el futuro sin alegrarnos del hoy.
Los únicos que nos podemos atar a todo lo que nos lastima, somos nosotros, pero también tenemos la autoridad dada por el Señor Jesucristo para desatarnos porque él dijo: “Todo lo que ates en la tierra será atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra será desatado en el cielo”. El diablo tiene autoridad sobre la tierra, pero no tiene autoridad sobre el cielo. Nosotros tenemos autoridad en los dos ámbitos: en la tierra y en el cielo sobre todo principado y potestad, gobernadores de las tinieblas y huestes espirituales de maldad.
Podemos soltarnos de todo aquello que nos aprisiona si le damos el control de nuestra vida al Espíritu Santo.
¿Recuerdan a Sansón?
“Los filisteos salieron gritando a su encuentro; pero el Espíritu de Jehová vino sobre él, y las cuerdas que estaban en sus brazos se volvieron como lino quemado con fuego, y las ataduras se cayeron de sus manos”.
Sansón fue liberado por Dios de las ataduras que sus enemigos le habían puesto. En ese momento este hombre estaba bajo la unción del Espíritu Santo de Dios, por eso no había nada que pudiera sujetarlo.
Siempre que estemos bajo el control del Espíritu, seremos libres de los miedos, de los prejuicios, de las inseguridades, y de todas las palabras injustas que hayamos recibido: “¡Porque donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad!”
Autora: Silvia Truffa