Y por su obediencia y su temor de Dios hizo historia estableciendo para todas las mujeres un ejemplo digno de imitar. No porque fuera superior, ni que su naturaleza fuera diferente, pues fue igual a todas las mujeres, pero había tomado la decisión de agradar a su Dios, menospreciando la necedad y enalteciendo la sabiduría. ¡Salve, muy favorecida ... bendita tú entre las mujeres! Su temor y humildad le ganó el favor delante de Dios siendo escogida entre todas las de su tiempo para ser la primera de las mujeres en llevar a JESUS, el Salvador del mundo, no solamente a su hogar, sino a toda la humanidad.
Es por eso que hoy, en casi todos los hogares donde Cristo ha hecho su entrada triunfal, lo ha hecho de la mano de la mujer. Desde los tiempos de JESUS en la tierra podemos ver cómo las mujeres le recibían en sus casas y se entregaban sin reservas y sin condiciones a servir al Maestro. Fue una mujer la que lo ungió para la sepultura y fue una mujer la primera en verlo cuando resucitó.
¿Casualidad? NO, ¡causalidad! En todo y por todo Dios obra con propósito. La mujer, como vaso más frágil, es una criatura muy especial para Dios, quien se goza en amarla, consolarla y protegerla, como nadie. "Sé fiel hasta la muerte y El te dará la corona de la vida".
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