“No hay otro Dios como tú.
Tú perdonas nuestra maldad y olvidas nuestro pecado.
Tan grande es tu amor por mí, que tu enojo no dura para siempre”
Miqueas 7:18 (Traducción lenguaje actual)
Es ya famosa la frase: “DE LOS ERRORES SE APRENDE”. La hemos escuchado, la hemos dicho; ¿pero que sucede cuando ese error oído se transforma en un error vivido?
¿Cómo te has sentido aquella vez en que ese “YO NUNCA” se transformo en algo real, en algo posible?
¿Cómo te has sentido cuando ese error, esa falla, te lastimaba, te dolía, te hundía?
Y si has sentido un profundo dolor, una gran desesperación por volver el tiempo atrás, te entiendo, porque me ha pasado y me estuvo pasando.
Por mucho tiempo en mi vida, pensé que habría cosas que jamás cometería, pero al fin de cuentas soy humana, y mis errores son constantes.
¿Pero qué hago con este dolor? ¿Lo sigo perpetuando hasta quedarme sin fuerzas? ¿Lo arrastro sintiéndome cada vez mas martirizada, porque JUSTO A MI NO ME PODIA PASAR?
Entre medio de mil incertidumbres, entre mil preguntas y mi dolor, entre lo oscuro de mis pensamientos y sin encontrar la salida, siento tu mano Dios mío que me atrae hacia ti, y todo aquel dolor parece desaparecer; las olas ya no me envuelven, la culpa ya se aleja y tu gran amor me cubre dejando desvanecer mi pena.
¡Tu gran amor me cautiva Dios!
Me angustia y me anima este amor; yo tu hija fallándote y tu, una vez más perdonándome, yo una vez más con mi error y tu una vez más con tu misericordia renovadora.
Mis lagrimas son sin parar, pero no por mi error ya, sino el comprender que en todo tiempo tu amor y perdón son perpetuos, y que en medio de las falencias tus caricias oh Dios renuevan mi vida.
¿Qué haría sin tu amor? ¿Adónde me iría yo si no me hubieses perdonado?
Gracias Señor porque no me condenas por mi error, sino que de ellos permites que yo sea mejor, cubriendo mis circunstancias, olvidándome de mi dolor.
¡Eres único mi Señor! En ti encuentro el manantial de la vida y la paz que necesito para volver a comenzar.
¡Porque grande es tu bondad y grande tu misericordia! ¡Y tu gran amor que cada día me transforma!
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