Si consideramos a Dios como Padre y como Señor nuestro tendremos a bien ofrecer siempre lo mejor de nosotros o de lo que hagamos. Pero, ¿Qué pasa cuando lejos de ofrecer lo mejor le ofrecemos lo que sobra o lo peor?
La Biblia narra un suceso en el que Dios responde a su pueblo por la clase de ofrenda que éste le está ofreciendo:
“El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor? dice Jehová de los ejércitos a vosotros, oh sacerdotes, que menospreciáis mi nombre. Y decís: ¿En qué hemos menospreciado tu nombre? En que ofrecéis sobre mi altar pan inmundo. Y dijisteis: ¿En qué te hemos deshonrado? En que pensáis que la mesa de Jehová es despreciable. Y cuando ofrecéis el animal ciego para el sacrificio, ¿no es malo? Asimismo cuando ofrecéis el cojo o el enfermo, ¿no es malo? Preséntalo, pues, a tu príncipe; ¿acaso se agradará de ti, o le serás acepto? dice Jehová de los ejércitos.”
Malaquías 1:6-8 (Reina-Valera 1960)
En ocasiones podemos llevar a confundirnos y pensar que podemos engañar a Dios con la clase de ofrenda que le estamos ofreciendo.
En el antiguo tiempo todo animal que se ofreciera cómo ofrenda a Dios tenia que ser perfecto, sin ningún defecto, sin embargo los sacerdotes habían olvidado este detalle y simplemente estaban ofreciendo sacrificio delante de Dios solo por presentarlo, no con la intención de que fuese agradable a Dios, sino simplemente por hacerlo.
A veces podemos caer también nosotros en la monotonía de hacer las cosas para Dios solo por hacerlas, por costumbre o por simple rutina, cuando en realidad todo lo que debe ser ofrecido a Dios debe ser ofrecido con excelencia y dando lo mejor que tenemos.
En el principio de la historia humana, Abel hijo de Adán ofreció de lo mejor de sus ovejas, mientras Caín solo ofreció a Dios ofrenda. La Biblia no dice que la ofrenda de Caín era mala, pero tampoco era lo mejor que tenía, sin embargo sí menciona que Dios vio con buenos ojos la ofrenda de Abel: “Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante”. Génesis 4:4-5 (Reina-Valera 1960)
¿Qué clase de ofrenda estás ofreciendo a Dios?, ¿Le estás ofreciendo lo mejor de tu tiempo o lo que te sobra?, ¿Le estás ofreciendo lo mejor de tu talento o lo que se necesite?, ¿Estás ofreciendo lo mejor de ti o lo que consideras necesario?, ¿Estás ofrendando de lo mejor que tienes o de lo que te sobra?
Cada uno de nosotros debemos examinar cual ofrenda estamos ofreciendo delante de Dios, porque sin darnos cuenta podemos estar cayendo en el error de ofrecer solo por ofrecer o por costumbre o por rutina, cuando en realidad cada ofrenda que va destinada a Dios en cualquier área de nuestra vida debe ser ofrecida con excelencia porque Dios se lo merece de esa manera.
Si lo que estamos ofreciendo delante de Dios no es lo mejor, tampoco esperemos grandes respuestas de Dios, recuerda que a Dios no se le puede engañar, tú puedes pensar que estas ofreciendo lo mejor, pero Dios ve más allá de lo material o humano, el corazón con el que estás ofreciendo esa ofrenda.
¡Examinemos nuestra ofrenda! ¡Examinemos nuestras intenciones!, que lo que ofrezcamos a Dios sea el fruto del amor que sentimos por Él, que cada día nos preocupemos por ser mejores para Dios, de dar lo mejor de nosotros, porque Él dio lo mejor de si para el bienestar de nosotros.
¡Ofrécele lo mejor a Dios!
por Enrique Monterroza
Escrito originalmente para www.destellodesugloria.org