DÉBORA, UNA JUEZA EN ISRAEL


(JUECES 4)
Por 80 años el país de Israel había permanecido tranquilo, lo cual debería haberlos confirmado en su adhesión a Dios, pero, por el contrario los volvió presuntuosos, confiados y abandonaron a Dios; las consecuencia de esto fue que se volvieron presa fácil de sus enemigos, y así como ellos abandonaron a Dios, Dios los abandonó a ellos.
Casi todos los llanos de Palestina habían ya sucumbido a la fuerza de los cananeos. Jabín, el rey de éstos, residía en Hazor y dominaba a Israel por medio de sus fuerzas armadas. Tenía un potente ejército, especialmente temido por sus novecientos carros herrados. En contra de ellos los esfuerzos de la infantería eran inútiles. En consecuencia la gente de Israel que poblaba la tierra baja tenía que pagar tributo a Jabín. Vivían en condiciones de servidumbre. Sólo la gente de las regiones montañosas había conservado su libertad, simplemente porque los carros de guerra de Jabín no se adaptaban al terreno montañoso. Los que vivían en las regiones de montañas como Efraín, poseían todavía una cierta organización, y habían resistido heroicamente.
La esposa de Lapidot, que vivía debajo de una palmera, entre Rama y Betel, en tierra de Efraín, los había inspirado a esta resistencia, ya fuese que su casa estuviese cercana a esa palmera o que ejerciese su oficio al aire libre, lo cierto es que la palmera era un buen emblema de la justicia que administraba, la cual se crece ante la oposición, como la palmera bajo presión.
Su nombre era Débora, literalmente significa abeja, y ello correspondió a su nombre por su laboriosidad, sagacidad y de gran utilidad para la nación, dulce para sus amigos y dolorosa para sus enemigos.
La llamaban «la madre de Israel», era una mujer que tenía comunión íntima con Dios, era juez de Israel, juzgaba no como princesa que ostentaba una autoridad gubernativa, sino como profetisa, como transmisora de los mensajes de Dios al pueblo.
Era astuta, denodada, tenía además del don de profecía el del canto. Les recordaba a sus compatriotas en las montañas la historia de la liberación de Egipto, el paso por el Sinaí, y les profetizaba días mejores en el futuro. Como juez, administraba justicia y les daba consejos. Su reputación era sólida y les inspiraba confianza.
No negaba ni se resistía a su posición en la cultura como mujer y como esposa, pero tampoco nunca permitió que esto la estorbara. Su historia muestra que Dios puede realizar grandes cosas a través de personas que están dispuestas a ser guiadas por Él.
Con la ayuda de Barac organizó un ejercito pequeño permanente entre el pueblo. Entrenó e inspiró al jefe de este ejército, Barac, y le dio instrucciones en la forma en que debía presentar batalla a Sísara, el general del ejército de Jabín. Su capacidad militar era evidente, y lo prueba que Barac requiriera de Débora que ella le acompañara a la batalla.
Se alistaron diez mil hombres de Neftalí y Zabulón, y los estacionó en el monte de Tabor. Débora dirigió destacamentos que se apoderaron de los pasos en las montañas. Conocía a Jabín y su altivez, y sabía que entraría en el valle del Kisón, terreno sumamente peligroso entonces para los carros herrados, por ser la estación de las lluvias.
Todo sucedió como ella había previsto. Barac estaba esperando en la ladera del Tabor. Los otros bloqueaban los pasos hacia la región del norte. Barac descendió del monte con sus hombres. Sísara se hallaba en el valle de Kisón. Dios envió una tormenta de truenos y relámpagos que desbarató completamente las filas de Jabín. Las huestes de Barac se lanzaron contra el ejército en desorden de Jabín y los carros acabaron arrastrados o atascados en el turbulento Kisón.
La derrota de Sísara fue completa pereció en su huída en manos de una mujer, tal como lo había profetizado Débora, mientras descansaba agotado en una tienda. Dios llevó a cabo una gran victoria a través de una mujer (Jael). Barac contribuyó a la misma, pero las alabanzas no recayeron sobre el, quedando Israel totalmente libre de las manos de Jabín, rey de Canaán.

Reflexión:
Débora era poderosa porque la movía el Espíritu del Señor, de El recibía su inspiración y el fuego de su corazón. Su heroísmo contagió a todos aquel día, convenció a sus seguidores que fueran más allá de su propia visión. El líder que inspira a otros constituye modelo de integridad y valor, les da a sus seguidores autonomía y no solo los trata como individuos sino que alienta su iniciativa individual, tal como ella lo hizo con Barac. No hay mejor forma de desarrollar liderato que el darle a una persona una labor y permitirle realizarla.
La vida de Débora nos presenta un reto en varias formas. Nos recuerda la necesidad de estar disponibles tanto para Dios como para los demás. Nos alienta a hacer el máximo esfuerzo en lo que podemos hacer en lugar de preocuparnos por lo que no podemos hacer. Débora nos reta a ser líderes sabios. Nos muestra lo que una persona puede lograr cuando Dios tiene el control.
Actualmente muchas mujeres claman por la llamada liberación de su sexo. La mujer sabia se dará cuenta de que ella tiene mucho poder para manejar los sucesos presentes y futuros. La madre tiene a su cargo el entrenamiento del niño durante la mayor parte de sus años de formación, y la esposa puede ayudar a sostener y guiar a su esposo. ¿No formó Dios a Eva como compañera? Una mujer que confía en el Señor no se fía de su propio entendimiento, sino que reconoce a Dios en su vida diaria, permitiéndole dirigir su camino. Ella será, como Débora antes que ella, guía, consejera y apoyo para su esposo e hijos y para la comunidad en que vive, siempre lista con la mano auxiliadora y la palabra amable, un soporte para los débiles en la fe, una madre en el Israel espiritual, que irradie inspiración y despierte a los que duermen, para que la luz de Cristo los ilumine.

Enviado por Kriss

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