Bendita esperanza


"...AGUARDAMOS LA BENDITA ESPERANZA..."  (Tito 2:13 CST)

 

La bendita esperanza de la resurrección no es como la lotería, que le toca a uno de entre millones. Tampoco son palabras bonitas que se ofrecen a quienes están de luto para consolarlos en su duelo. Es esperanza que parte de una certeza. Jesús dijo: "...Porque Yo vivo, vosotros también viviréis" (Juan 14:19). Pablo lo explicó así: "...Pero todos deben ser resucitados en cierto orden. Primero fue Cristo y luego, cuando Cristo regrese, serán resucitados también los que pertenecen a Él" (1 Corintios 15:23 PDT). Pablo estaba escribiendo a los cristianos de Corinto, que habían sido educados en la filosofía griega de que había una vida sombría en el más allá. Alguien había tratado de convencerlos de que los cadáveres no podía resucitar, ni los suyos ni el de Cristo, y el apóstol no podía tolerar semejante mentira.


Por eso, recapitula los hechos de la resurrección de Cristo con la genialidad de un buen abogado defensor cuando expone sus alegatos finales ante el juez: "...[Jesús] después de tres días... resucitó. Primero se le apareció a Pedro, y después a los doce apóstoles. Luego... a más de quinientos... a Santiago... a todos los apóstoles... Por último,... a mí..." (1 Corintios 15:4-8 TLA). ¿Cuántos testigos hubo? ¿Un puñado? No, ¡cientos! Y no vieron simplemente un fantasma ni sintieron una sensación. Muchas veces, en los epitafios de las sepulturas figuran frases como "Vivirá siempre en nuestros corazones". Eso no era lo que decían los seguidores de Jesús, puesto que lo vieron "en carne y hueso". Y si has depositado tu confianza en Cristo c omo tu Salvador también Lo verás en persona un día. Al morir, tu espíritu se irá para estar con Él y cuando regrese tu cuerpo se levantará de nuevo resucitado para encontrarte con Él en el aire, "y así estaremos siempre con el Señor" (1 Tesalonicenses 4:17). Maravilloso, ¡absolutamente maravilloso!

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