Dios
quiere que nos sentemos a su mesa. Allí recibiremos el pan que
necesitamos todos los días para una buena nutrición espiritual.
El destino de un rey
David
fue ungido para ser rey cuando Saúl todavía estaba en el reinado. Dios
le había dado la oportunidad de matar a Goliat y eso le abrió puertas
increíbles. Dios tiene manera y formas de abrir puertas cuando éstas
están cerradas.
David
era un joven muy humilde y permanecía al lado del rey Saúl porque sabía
tocar el arpa y cuando lo hacía, los espíritus malos que atormentaban a
Saúl se calmaban.
En
ese tiempo, mientras David hacía su trabajo, conoció a Jonatán el hijo
de Saúl. Desde el momento que se vieron se convirtieron en grandes
amigos y sellaron un pacto de profunda amistad. Saúl que había sido
desechado por Dios estaba peleando en la batalla de Gilboa cuando murió
junto a su hijo Jonatán.
Para
ese entonces Jonatán tenía un hijo de cinco años. Cuando la noticia de
la muerte de Saúl y su hijo llegó al palacio, la nodriza que cuidaba al
hijo de Jonatán salió corriendo llena de horror y resbaló con el niño en
sus brazos. El golpe le afectó al niño sus piernas y tuvo dificultades
para caminar. Su nombre era Mefi-boset. Los siervos de Jonatán
escondieron al niño ya que temieron por su vida y lo llevaron a una
ciudad llamada Lodebar.
¡Qué
tragedia tan grande para este niño! De ser parte de la familia real, de
estar en la opulencia, de tenerlo todo, de nacer en una cuna de oro, de
pronto perderlo todo y convertirse en un don nadie y vivir inválido,
escondido en otra ciudad para proteger su vida.
Lugar de miseria y pobreza
Mefi-boset
estaría lleno de temores, de preocupación; viviría acomplejado y
careciendo de toda bendición, escondido en Lodebar. Al buscar en el
original pude descubrir que significa “ciudad sin pan, lugar de miseria,
pobreza y limitaciones”. Allí vivía Mefi-boset luego de haber sido el
nieto del rey, integrante de la familia real, no tenía nada.
De pronto, un día alguien tocó la puerta de su casa.
De pronto, un día alguien tocó la puerta de su casa.
Al
abrir la puerta apareció un señor que le dijo: “Vengo de parte del rey
David a ver al hijo de Jonatán”. El joven habrá pensado: “Hoy es el día
final para mí; ya no podré escapar más”.
Pacto de amor y fidelidad
El
rey pedía que Mefi-boset, el hijo de Jonatán, se presentara ante su
corte. Así obedeció y se presentó ante el rey David, se humilló buscando
su misericordia, pero para su sorpresa, David lo miró y le dijo: “No te
traje aquí para hacerte mal sino para decirte que por amor a tu padre
te devolveré todo lo que era de tu abuelo.
No
es por amor a ti, porque no te conozco, pero es por amor al pacto que
hice con tu papá. Te regreso todo lo que habías perdido. Además le dijo:
“Quiero que te mudes al palacio y vengas a vivir conmigo y quiero que
te sientes en la mesa a comer conmigo”.
Uno
de los honores más grandes que podía tener cualquier persona en un
reinado era que el rey lo invitara a cenar y se sentara con él a la
mesa.
La historia de este relato se encuentra en 2ª Samuel 9:5-13.
La historia de este relato se encuentra en 2ª Samuel 9:5-13.
Sombra de lo que está por venir
Tú
y yo podemos compararnos con este joven. Somos iguales. Cuando
estábamos fuera de Cristo vivíamos en “Lodebar”. Sin él estábamos en
pecado, llenos de complejos y ansiedades. Fuimos sacados del pecado y el
error por uno que pagó el precio, Jesucristo.
Lugar de autoridad
El
libro a los hebreos dice: “Entrad confiadamente al trono de la gracia”.
Todavía hay personas que no tienen la confianza de sentirse parte de
ese reino. Se sienten inferiores porque tienen complejo de inferioridad,
ya que siempre han vivido en la necesidad de Lodebar. Despójate de
todos los temores, de todos los complejos, de todos los traumas del
pasado. Jesús te recibe como hijo, te sienta a la mesa y allí serás
parte de la familia real.
El lugar donde debemos habitar
Muchos
aún no comprenden en su corazón lo que significa vivir en el palacio.
Es salir de la necesidad, la pobreza y la miseria. No estoy hablando
solamente del área financiera sino también del área emocional. Esta
invitación es un llamado de Dios para que salgas de tus temores, de tus
ansiedades, de tus complejos e ingreses al palacio donde él quiere que
vivas como hijo del Rey.
Sentados a su mesa
Dios
quiere que nos sentemos a su mesa. Allí recibiremos el pan que
necesitamos todos los días para una buena nutrición espiritual.
Perfectos por gracia
El
Señor te dice: “Siéntate a la mesa conmigo”. Lo más terrible que puede
suceder en nuestra vida es que el Rey nos invite a vivir en su palacio,
en su reino, a comer a su mesa todos los días, que nos prometa
devolvernos todo lo que hemos perdido, y que nosotros no respondamos a
ese llamado.
Este artículo ha sido tomado del libro:
Rompiendo los límites - en pos de una nueva dimensión espiritual
por Edwin Santiago
Editorial Unilit
por Edwin Santiago
Editorial Unilit