Pero, increíblemente, esta diferencia es muy elemental para los
hijos.
No es recomendable que se utilice una sola forma de crianza en los
hijos. La manera masculina del padre podría generar la inclinación al riesgo
sin considerar las consecuencias. Y en la manera femenina de la madre hay la
tendencia a evitar el riesgo, el cual no contribuirá al proceso de
independencia, confianza y seguridad. Si se utilizan las dos formas de crianza
simultáneamente, ambas ayudarán a mantener el equilibrio y estabilidad
emocional en los hijos, y se sentirán seguros y confiados aún cuando tengan que
afrontar las experiencias duras de la vida.
He puesto solo este pequeño ejemplo para entender que tanto el padre
como la madre son necesarios en la crianza de los hijos, lo cual también
implica que los padres deberán procurar la unidad en la formación de la
personalidad de sus hijos. A continuación describiré cuatro características
esenciales de unidad paternal.
1. Mantener los Desacuerdos en Privado.
En toda relación matrimonial siempre habrán desacuerdos y desavenencias, sencillamente por la constitución diferente del varón en relación a la mujer y viceversa. Por el bienestar de los hijos, lo sensato es que los padres sepan abordar sus diferencias de manera reservada, procurando mantener sus desacuerdos en privado, y siendo muy escrupulosos. Jamás ventilen sus discrepancias en presencia de los hijos, porque los desacuerdos son muy traicioneros y generan desunión en la familia, involucrando a los hijos además de los padres. ¿Sabe cómo los hijos se involucran en los desacuerdos?, sacando ventaja.
Cuando los hijos perciben que sus padres no están de acuerdo en
aspectos puntuales que les conciernen a ellos, sabrán sacar provecho de ello.
Es así como las familias se dividen emocionalmente, se forman facciones,
círculos o partidos en el mismo seno del hogar. La facción de los que están con
el padre y los que están con la madre. Uno de ellos hace del bueno con los
hijos, y la otra parte hace de mala gente. Uno que es permisivo y
condescendiente con los hijos, y del otro lado está quien pone demasiadas
restricciones y es insoportable. Esto no es hogar, y a cualquiera le resulta
desagradable vivir en un clima tenso y hostil en su propia casa. Como padres,
sepamos mantener los desacuerdos en privado. El sabio Salomón dijo: “Arregla
tus asuntos con tu prójimo y no reveles los secretos de otros; no sea que
alguien te oiga y te ponga en vergüenza y ganes mala fama” – Proverbios
25:9.
2. No dar Demasiadas Razones.
Una de las funciones ineludibles de los padres es pronunciarse o expresarse en relación a las demandas y exigencias de sus hijos. Los padres que realmente aman a sus hijos, deberán ser firmes e inflexibles en las decisiones que tomarán ante diversas circunstancias en la vida de sus hijos. Puede que esto parezca antagónico a la función de padres, sin embargo, no hay mejor manera de poner a buen recaudo a nuestros hijos ante los males que existen por doquier y constantemente los merodean. El haber vivido más que nuestros hijos, la experiencia ganada en la vida misma y el singular amor por ellos nos convierte en los mejores consejeros que nuestros hijos necesitan.
Habrán algunas demandas o peticiones que nuestros hijos nos harán
mientras estén en nuestro poder, y algunas de ellas son aparentemente nobles y
bien intencionadas, pero como padres sabemos discernir lo que es más
conveniente y saludable para ellos; por eso, es necesario dar una sola razón
-no varias- del por qué aceptamos o rechazamos tal o cual cosa, no es bueno
darles demasiadas explicaciones, y solo debemos centrarnos en nuestra decisión.
Pretender que nuestros hijos entiendan lo decidido mediante una serie de
explicaciones o razones, dará lugar a dudas en su mente y no tendrán la
seguridad ni la certeza de que lo dicho por nosotros es lo correcto. Hablemos
lo necesario y con convicción. Hagamos como el salmista, cuando dijo: “Mi boca
hablará con sabiduría, y mi corazón con inteligencia” – Salmos 49:3.
3. Consultarse el Uno al Otro.
De capital importancia es que el padre y la madre se consulten mutuamente sobre temas relacionados a sus hijos y se pongan de acuerdo a fin de “hablar un mismo idioma”. No aprovecha ni les ayuda positivamente a los hijos cuando escuchan versiones difusas o disonantes de sus propios padres, o a veces cuando uno de los padres toma decisiones de manera unilateral y con el desconocimiento de la otra parte. Es imprescindible que mediante el diálogo entre el padre y la madre lleguen a acuerdos y tomen decisiones, a la vez que deberán asumir el compromiso de mantener los acuerdos en un espíritu de paz y armonía en favor de sus hijos, quienes necesitan ser orientados, aunque aparenten lo contrario.
Consúltense qué piensan como padres sobre las amistades que tienen
sus hijos y con quienes se reúnen; algunos padres han visto la vida desenfrenda
en ciertos “amigos” de sus hijos los cuales podrían afectar su futuro.
Consúltense y pónganse de acuerdo sobre los permisos que darán a sus hijos,
dependiendo de sus edades y las actividades objeto de los permisos. Igualmente,
hagan lo mismo con la vestimenta que usarán sus hijos. Es sumamente importante
que los padres se consulten y lleguen a conclusiones sobre estos y otros
aspectos. El no consultarse como padres para adoptar medidas, acarreará grandes
frustraciones y desilusiones, pues cuando los hijos toman sus propias
decisiones, frecuentemente tropiezan y caen; ellos necesitan entender lo que
dijo Pablo: “No te dejes llevar por las tentaciones propias de tu edad. Tú eres
jóven, así que aléjate de esas cosas y dedícate a hacer el bien. Busca la
justicia, el amor y la paz, y únete a los que con toda sinceridad, adoran a
Dios y confían en él” – 2 Timoteo 2:22.
4. Anticiparse al Futuro.
Nuestros hijos viven el momento y son pocos los casos de hijos que se proyectan al futuro y elaboran un proyecto de vida. Es ahí donde amerita la asistencia sabia y oportuna de nosotros los padres. A muchos padres les cogió de sorpresa la culminación de los estudios secundarios de sus hijos, y es que la vida transcurre tan veloz sin que nos demos cuenta lo efímera que es. Nos llegan los años sin casi percibirlo, nos parece que fue ayer cuando sosteníamos en nuestros brazos a nuestros hijos, y cuando menos lo pensamos nuestro nido está quedando vacío. Pero, ¿están nuestros hijos preparados para dejar el nido y volar solos por la vida?
Somos los padres los más indicados para desarrollar un plan de vida
para nuestros hijos, ellos lo necesitan. Sólo cuando hay un plan o proyecto de
vida, es que nuestros hijos se esforzarán y lucharán valorando la vida misma, y
no se enredarán en situaciones que obstruyan o interfieran con el digno
propósito de llegar a la meta. A toda persona le motivan los desafíos y los
retos, pero si no existe ninguno en su vida, entonces solo vegetará. Los padres
debemos anticiparnos al futuro e imaginarnos a nuestros hijos de aquí a 5, 10 o
15 años. Asimismo, debemos prevenir situaciones eventuales en la vida de
nuestros hijos, abordando temas específicos con ellos, para que llegado el
momento, puedan sobrellevar la carga que ello demande. Como padres, jamás
decidiremos por nuestros hijos, pero sí tendrán una guía que los ayudará a
volar seguros y confiados, fuera del nido. Ante lo incierto del futuro,
Jesucristo nos alertó cuando dijo: “En el mundo tendréis aflicción, pero
confiad, yo he vencido al mundo” – Juan 16:33
Fuente: Cristianos del Peru...