¿Cómo soportar mis aflicciones?


Las aflicciones, lo mismo que la soledad y la timidez, no debemos considerarlas siempre como un mal. Al contrario. Cuando leemos los salmos de David, encontramos allí a un hombre que vivía casi continuamente en aflicción.
Sus gritos de auxilio son a veces desgarradores y pareciera que se hunde definitivamente. Sin embargo, luego lo hallamos en la cumbre de la alabanza, del gozo y la gloria.
Si no has sufrido aflicciones en Dios, entonces tú nunca disfrutarás su consuelo, y su gozo.
El Señor llevó a Israel al desierto con el objetivo de "afligirlo", para probar y saber lo que había en su corazón. En la aflicción nuestra fe es purificada. Es quitada la escoria, y todo aquello que no es oro. Allí también se ve cuán firme es el fundamento en el que estamos parados.
La aflicción da lugar a la fortaleza interior. Una persona que nunca ha sufrido de verdad, no tiene mucho temple. Su carácter no es confiable, porque se puede "desmoronar" en cualquier momento.
De manera que hay muchas cosas en nosotros que no necesariamente deben ser quitadas. Más bien, es preciso habituarse a convivir con ellas.
Definitivamente, Dios nos hizo así como somos, y nos hizo bien. Estamos contentos con nuestra forma de ser, aun con nuestras debilidades, porque cuando somos débiles, entonces somos fuertes.

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