¿ERES PLENAMENTE CONSCIENTE?


¿Cuán consciente eres del valor que tienes como mujer? ¿Te comportas en la vida como lo que realmente eres? ¿Permites que otras personas establezcan cuán valiosa eres?

Rob Bell.
La mujer de El Cantar de los Cantares dice: "Mi amado es mío, y yo suya" (2:16). Ella presenta una paradoja. Porque suceden dos cosas. Ella se da. Se entrega ella misma. Se suelta. Se pierde en su amado. Sin embargo, también recibe algo a cambio: la otra persona.

Su amado, a su vez, se ha dado, se ha perdido en ella. En esto de perderse uno en el otro y el otro en uno a la vez, hay algo que desafía nuestra capacidad de definir categorías. Los matrimonios sanos tienen este sentido de entrega mutua. Básicamente, ambos se han arrojado en brazos del otro. Existe un sentido de entrega mutua entre ellos. Si uno de los dos se reprime, si uno de ellos se abstiene, la cosa no funciona.

En 1 Corintios leemos que "el hombre debe cumplir su deber conyugal con su esposa, e igualmente la mujer con su esposo. La mujer ya no tiene derecho sobre si propio cuerpo, sino su esposo. Tampoco el hombre tiene derecho sobre su propio cuerpo, sino su esposa".

Así que, ¿cómo es? ¿El cuerpo de él le pertenece a ella, o el cuerpo de ella le pertenece a él? ¿Quién tiene la autoridad? La única respuesta adecuada es que sí. ¿Cómo es esto? Sí. "Mi amado es mío, y yo suya".

Pero esta paradoja de sumisión constituye solo una de las cosas profundas que suceden en este pasaje. El mandato al marido es amar a su mujer "así como Cristo amó a la iglesia". En un primer acercamiento, nos parece algo bastante directo. Pero las palabras de La Biblia a menudo vienen cargadas. En este caso, la palabra amor, en el idioma griego, hace referencia a un tipo específico de amor.

La palabra amor aquí es el término ágape. Encontramos esta palabra en todo el Nuevo Testamento, y se usa, por lo general, en el contexto del amor de Dios por gente, como en el caso de Juan 3:16.

Así que el hombre tiene que amar a la mujer, con ágape, como Dios ama con ágape al mundo.
Muchas veces consideramos el amor como una necesidad, algo que obtenemos de otros. Ágape es lo opuesto. El ágape da.

La semana pasada estuve hablando con una pareja a la que he conocido por cuatro años. La esposa tiene cáncer. Le sobrevino con mucha fuerza. Recibió tratamiento. Luego el cáncer le volvió. Ella pasó por nuevos tratamientos. A menudo, cuando me encuentro con dicha pareja, me actualizan en cuanto al estado de salud de ella; me informan sobre su última visita al médico y acerca de cómo van las cosas. Es increíble su fortaleza de espíritu, su fe, pero me impresiona también la actitud de él hacia ella. Su lenguaje corporal, la manera en que la mira, su compromiso en cuanto al aspecto médico, los exámenes y los procedimientos. Uno no puede estar mucho tiempo con ellos sin convencerse de que, si pudiera, él mismo llevaría el cáncer en su cuerpo.

Ágape. El ágape no ama a alguien porque sea digno. El ágape le atribuye dignidad por la fuerza y el poder de su amor. El ágape no ama a alguien porque sea hermoso. El ágape ama de tal forma que hace hermosa a esa persona. Hay un amor que es a causa de, un amor con el fin de, un amor con el propósito de, pero hay también un amor que es amor. Punto. El ágape no necesita una razón.


Atraídos hacia el futuro.
La idea de que podemos ser atraídos hacia nuestro futuro aparece en toda La Biblia. Con frecuencia Pablo comienza con un fundamento y una teología subyacentes, y luego se abre camino hacia los ejemplos prácticos sobre cómo vivir en verdad esas creencias día a día. El libro de Efesios sigue ese patrón, y luego da un giro notable. Los primeros tres capítulos están lleno de afirmaciones con respecto a quiénes son los cristianos y cuál es su verdadera identidad como seguidores de Jesús. Pablo les dice que son benditos, elegidos, predestinados, dedicados, redimidos, perdonados, incluidos, marcados. Que han vuelto a tener vida, que han sido salvados, resucitados, sentados con Cristo, creados, hechos cercanos.

A lo largo de tres capítulos Pablo se dedica a mencionar lo que ellos ya son, lo que se ha hecho en su favor, lo que ya es verdad acerca de ellos. No les da a sus lectores ni un solo mandato en la primera mitad de su carta. No les dice que hagan nada. Les señala quienes son y les habla de su identidad en Cristo.

Luego, a partir del capítulo cuatro comienza a indicarles lo que tienen que hacer. Pablo establece las cosas en ese orden, porque nuestra comprensión acerca de cómo nos ve Dios le da forma a todo lo que vivimos. Lo que hacemos procede de lo que creemos que somos.

El amor ágape nos sacude. Es demasiado bueno para ser verdad. O tal vez deberíamos decir que es lo bastante bueno como para ser cierto en verdad.

Al hombre se le manda amar con amor ágape a la mujer; con la misma clase de amor que Dios muestra a todas las personas en todas partes.

Es grande la tarea que se le encomienda al hombre, y eso se ve reflejado en la cantidad de palabras que aparecen en el pasaje. En el griego, el mandato a la mujer contiene 47 palabras, en tanto que el mandamiento para el hombre cuenta con 143. La obligación mayor recae aquí sobre el hombre, que debe amar con ese amor que está dispuesto a llegar hasta la muerte, si fuera necesario.

¿Tienes conciencia de que vale la pena morir por ti?No necesitas entregarte a alguien que no esté dispuesto a entregarse a ti. No necesitas usar tu cuerpo para obtener lo que deseas. Es una pobre alternativa por no ser cierta clase de mujer, una mujer de dignidad y honor.

Algunas mujeres solo saben relacionarse con los hombres mediante transacciones. Desean ser deseadas, y el hombre desea… lo que muchos hombres desean. Así que negocian. Esencialmente, llegan a un acuerdo con los hombres, vez tras vez. Yo tengo lo que tú quieres y tú tienes lo que yo quiero, así que hagamos un trato. Yo necesito esto y tú necesitas eso.

Algunas mujeres aprender a negociar a edad muy temprana. Necesitan sentirse amadas, ser convalidadas, valer algo, y descubren que dándole algo de ellas mismas a un muchacho, obtienen lo que necesitan a cambio. Es un ciclo, un patrón que puede repetirse durante la vida entera.

El sexo se convierte en una búsqueda. Una búsqueda de algo que les falta. Es la procura de un abrazo incondicional. Así que van de relación en relación, intentando lograr lo que ya tienen. La búsqueda tiene que ver con esa necesidad.

Pero el sexo no tiene que ver con la búsqueda de algo que falta. Debe ser la expresión de algo que se ha encontrado. Porque ha sido diseñado para ser el desborde, la culminación de algo que un hombre y una mujer encuentran el uno en el otro.


¿Te das cuenta?
No necesitas tener a tu lado un hombre que te valide como mujer. Ya eres amada y valorada. Eres suficientemente buena tal como eres. ¿Lo crees? Es verdad. Tienes mérito y valor ilimitados. Si abrazas esa verdad, afectará cada aspecto de tu vida, en especial tu relación con los hombres.

Vale la pena morir por ti. Tu valor no proviene de tu cuerpo, de tu mente, de tu trabajo, de lo que produces, de lo que muestras, del dinero que ganas. Tu valor no proviene de que tengas un hombre o no. Tu valor no está dado porque los hombres te tengan en cuenta. Tienes un valor inestimable que proviene de tu Creador.

Se te seguirá tentando de mil maneras diferentes a fin de que no lo creas. Tendrás la tentación de seguir la búsqueda de tu valor y tu validación como persona en otros lugares y no en tu Creador. En especial en los hombres.

Pero no tienes que entregarte para lograr el amor de un hombre. Eres demasiado buena para eso. Ya eres amada.

Cuando eres demasiado rápida en regalar demasiado de ti, cuando revelas demasiada piel, no eres fiel a ti misma. Cuando te vistes para mostrarnos todo, en cierto sentido todos participamos de eso, o al menos hemos sido expuestos a ello.

Como dice la mujer del Cantar de los Cantares: "Mi viña, que es mía, está delante de mí" (8:12).
En el antiguo Cercano Oriente, la viña era un eufemismo para indicar la sexualidad. Lo que ella quiere decir es que no se entrega a cualquiera. Está en total control de sí misma, no es barata ni fácil.

Tu fortaleza es una cosa hermosa. Y cuando vives en esa fortaleza, cuando te mueves con el honor y la dignidad que te pertenecen, eso obliga a los hombres que te rodean a relacionarse contigo en un nivel que va más allá de lo carnal. Mereces que mueran por ti.

Si sales con alguien, ¿qué clase de hombre es? ¿Demuestra ser el tipo que moriría por ti? ¿Cree que se le debe algo, que ha recibido poco en el intercambio, que le ha tocado la peor parte, que la vida le debe algo? ¿O sale a ver qué es lo que puede dar? Esas son grandes preguntas que debes plantearte. ¿Le corre ágape líquido por las venas? ¿Qué espera él de ti? ¿Espera que duermas con él cuando aún no se ha comprometido contigo para siempre? ¿Quiere obtener todo de ti sin tener que dar todo de sí? ¿Puedes abrirte con él, permitirse ser vulnerable, sabiendo que te protegerá, y que no sacará partido de dicha vulnerabilidad?

Quizá esa sea la razón por la que el texto habla de que el hombre esté dispuesto a morir por la mujer. Eso puede aterrorizar a un hombre. Comprometerse con una mujer de por vida le demanda un valor, una fidelidad y una fortaleza que tal vez no sepa que tiene. Por eso algunos hombres se sienten muy orgullosos de sus conquistas sexuales. Buscan desesperadamente evadir el temor de no tener lo que hace falta para abandonar su vida por una mujer. El dormir con muchas mujeres les da la sensación de ser hombre, sin tener que serlo en realidad.

¿Qué sucedería si le dijeras a la persona con la que sales: "Estoy interesada en conocer tu carácter, tu integridad, tu honor. Quiero saber de qué madera estás hecho. ¿Eres valiente? ¿Tienes valor? ¿Lucharías por mí?" ¿Y si le dijera: "No voy a dormir más contigo porque quiero saber con exactitud sobre qué se fundamenta nuestra relación"? ¿Todavía ese hombre querría quedarse contigo?Vale la pena morir por ti.


Tomado del libro: Sexo Dios de Editorial Vida

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