Por fe Sara siendo estéril, recibió poder para concebir" Hebreos 11:11.
Lease: Hebreos 11:1-16
Sara
es la primera mujer cuya fe se nos muestra para que la observemos, y
esto específicamente en su función de mujer casada. Hay dos apóstoles
que nos lo dicen. Primero es Pablo que indica que por fe pasó a ser
madre (Hebreos 11:11)
y segundo, Pedro, que ruega a las mujeres
cristianas que sean como Sara, que " obedecía a Abraham llamándole
señor" (1ra.Pedro 3:6). No sabemos qué clase de mujer era Sara como
hija, en su casa, o como doncella. Se nos presenta ya como "la mujer de
Abraham" y así permanece en la Biblia.
En algunos aspectos, Sara
puede ser comparada con Ada y Zila: su hermosura, que es altamente
alabada, por ejemplo; en el episodio de Agar [su sierva ofrecida a
Abraham como esposa] vemos que seguía el ejemplo que habían dado las
mujeres de Lamec. Se nos dice que fué deseada dos veces por otros
hombres, primero por el Faraón y luego por Abimelec. Añadamos a esto sus
celos entre ella y Agar, y tenemos la impresión que el malestar y
desazón de Ada y Zila llena también la tienda de Sara. Sara nos es
presentada como es: como una intrigante a veces; a veces como una
heroína. Se nos presenta la vida de una mujer como era en aquellos días,
una vida de negación personal para las mujeres.
Hay una
diferencia importante en la situacion de Sara con respecto a la de Ada y
Zila. Interviene la gracia en esta situación patética. El misterio de
la fe se realiza en su corazón. Por medio de esta fe la posición de la
mujer es esencialmente ennoblecida, de modo que puede ser presentada
como un modelo para las mujeres cristianas.
Esta fe, sin embargo,
se expresa a través del curso natural de los sucesos. En realidad halla
en la vida ordinaria la substancia en la cual puede echar raíces y
empezar a crecer. Esta fe perfecta primero le induce a conducirse en la
capacidad de madre conforme a las ordenanzas de Dios. Esta fe luego se
fija en el Hijo que había de nacer, y de esta forma en el Mesías.
Como
esposa de su marido cumple todos los requerimientos de los preceptos
divinos. En el Paraíso Dios había dicho que la voluntad de la mujer
debía ser sometida a la del marido y Sara busca su satisfacción en la
obediencia a esta orden. Cuando Abraham sale de Ur de los Caldeos para
ir a Canaán, ella deja a sus amigos para ir con él a un país extraño.
Cuando es raptada al harén de dos príncipes extranjeros, permanece fiel a
Abraham. En todo se adapta a las circunstancias. Recibe sus invitados y
con ello, sin saberlo hospeda a ángeles. Y, finalmente, decide dar la
preferencia a Agar antes de ver a su marido sin hijos.
Por esta
actitud recobra la posición de dignidad que Dios había asignado a la
mujer. La mujer teme ante la autoridad. Pedro dice a las mujeres
cristianas: "Vosotras habéis venido a ser hijas (de Sara), si hacéis el
bien, sin temer ninguna amenaza" (1.a Pedro 3:6). Por tanto, ocupando
exactamente la posición apropiada que Dios le ha ordenado, Sara consigue
ser una mujer con dignidad. Luego, cuando Agar la provoca, afirma sus
derechos como esposa, y Dios le dice a Abraham que debe tomar partido
por Sara.
Sara no se aceptaba a sí misma. Es verdad que ella creyó
que el Mesías procedería de su marido. Pero finalmente acabó creyendo
que no iba a compartir este honor como madre. Por ello dio a Agar a
Abraham. Cuando Dios se apareció a ella y a Abraham, y les dice que el
hijo nacerá de su matriz, ella lo duda. Persiste en colocar la promesa
sobre el hijo de Agar. Por ello se ríe. A pesar de su risa incrédula,
sin embargo, acepta finalmente la esperanza de que el Mesías saldrá de
su seno. El apóstol dice que "por fe recibió poder para concebir". Dios,
en consecuencia, cumple dos cosas en ella. Por su Espíritu la fortalece
y hace que su fe crezca. Además, crea en ella una nueva vida en su
seno.
De esta manera pasa a ser la madre de Isaac y a través de
él, del Mesías. Y es presentada a todas las mujeres cristianas como su
madre. Todas son instadas a ser hijas de Sara, a fin de que pueda crecer
en una fe bien fundada y progresiva.
Sara, sin embargo, tuvo
momentos pecaminosos. El ceder a Agar fue un acto de incredulidad. Su
risa fue también incrédula. A causa de su incredulidad Sara trató a Agar
rudamente. Y las Escrituras no disimulan este hecho. Pero a pesar de
todos sus pecados, Sara vivió por fe. Por fe recobró su valor como
mujer. Por fe, de Sarai pasó a Sara. Comparada con Ada y Zila, Sara es
una princesa entre las mujeres.