EL PUENTE COLGANTE

Yo radico en un bello y paradisiaco puerto en el estado de Jalisco en Mexico. Un lugar cuya belleza natural te invita a caminar. El sol apuntaba hacia el ocaso, era la hora en que las mamàs trabajadoras recogen a sus niños de la guarderìa para dirigirse a casa. Yo caminaba despistadamente por la isla que se forma en medio de los rìos gemelos de “El Cuale”. Los puentes colgantes siguen siendo una proesa y objeto de admiración para los curiosos turistas. Esa tarde como pocas, disfrutaba de la caminata al aire libre por las areas verdes del que se convirtió en un hermoso parque. No quise dejar de lado mi espíritu aventurero y me lancè a cruzar el rùstico puente colgante. Daba un paso y se movìa el resto de hilos y tablas, otro paso y se balanceaba aùn mas. Me semejaba a un borracho dando tumbos de lado a lado de las cuerdas, apenas si sostenerme en piè. Justo al llegar a la mitad del puente, èste se empieza a estremecer aùn mas obligándome a permanecer asida a las cuerdas, con las manos extendidas subìa y bajaba como marioneta. La razón, una pesada señora avanzaba furiosa sobre el puente dando semejantes zancadas provocando que èste se meciera aùn con màs fuerza.
Llegó a escasos centímetros de donde yo me encontraba agarrada hasta con los dientes, se detiene y vuelve a tomar aviada de regreso hacia la orilla del puente y ahì estoy yo, subiendo y bajando asida a las cuerdas mirando hacia abajo las cristalinas aguas del rìo que parecían burlarse de mi falta de pericia.
Abrazado al poste del arco del puente se encontraba un chicuelo de escasos cinco años llorando, no se atrevìa a cruzar el puente colgante que se agitaba con furia.
La que al parecer era la madre, manteniendo el equilibrio como experta “cruza puentes colgantes”, se allegò al niño y abriendo semejantes fauces empieza a vociferar (imagínese que usted es el niño de cinco años, su pequeña estatura, temblando de miedo abrazado al poste mirando con terror no solo al puente burlòn que se agitaba como culebra en el fuego sino a la “gigantesca” madre cuya boca semeja a la de un hipopótamo, casi puede verle como le baila la campanilla mientras le salpica de saliva conforme salen una sarta de palabras que no comprende) -¡!!hijo de %$•”%&…. ¡!!camínale!! Fueron las dulces y tiernas palabras de aliento de la madre a su pequeño hijo.
La falta de dominio propio ciega, no permite razonar y lastima como saeta a quien se cruza en el camino.
“Ninguna palabra torpe salga de tu boca, sino de edificación. Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería, maledicencia y malicia. Sed benignos, misericordiosos. Perdonaos unos a otros. Como Dios os perdonò a vosotros. Efesios 4.29


Psic. Patricia Villanueva
“VIDA DE ÉXITO EN SU PALABRA “

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