RESTAURACIÓN EN DIOS

Lo que me has oído decir en presencia de muchos testigos, encomiéndalo a creyentes dignos de confianza, que a su vez estén capacitados para enseñar a otros. Segunda Carta a Timoteo 2:2

Introducción:
Cuando decidimos obedecer al Señor en el ministerio, Él nos pide:
Cruzar las barreras sociales
Cruzar las barreras culturales
Cruzar las barreras generacionales
De pronto, una vez del otro lado, descubrimos que hay rostros entre todas las personas que allí están que nos traen recuerdos desagradables o que nos dañan con sus dichos y actos. Descubrimos que estamos marcados por experiencias que tratan de impedirnos –y a veces lo logran– que nos vinculemos unos con otros. Eso puede afectar el que cumplamos con aquello que se nos ha encargado como pastores, líderes o simplemente como sacerdotes del Altísimo, conducir y orientar al pueblo.
Entonces se hace necesario nuestra restauración, hemos entrado a nuestro Getsemaní. No vamos a morir, pero en ese estado se sufre hasta la muerte.
Aquí es donde tiene un sentido profundo la Palabra del Señor como la leemos en Eclesiastés 3.1 – 15. El entender el ciclo de la vida como la creó Dios nos ayuda a no quedarnos en ese estado de pérdida y de muerte en vida que nos impide desplazarnos por la ruta trazada por Dios para sus hijos e hijas. En efecto, analizando cuidadosamente este pasaje encontramos que:
3.1 El todo del que aquí se habla es la realidad existente debajo del cielo. Es el todo del mundo en pecado.
Por otro lado, la naturaleza nos ha enseñado que la vida está compuesta por ciclos, nacer, crecer, reproducirse y morir. Estas categorías determinan nuestra vida natural, pero no toca categorías del ser humano en sí mismo y en su entorno.

La realidad desde nosotros, nuestra relación con el “todo”
El predicador [Eclesiastés 3.1-15 (RVR 1995)], toca todas estas categorías incluyendo el ciclo de la vida y del ser humano en su contorno en los versículos 2-8 y son: Versos
2 de las estaciones de la vida. Tiempo de nacer y tiempo de morir tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado.
3 y 4 de las emociones. Tiempo de matar y tiempo de curar, tiempo de destruir y tiempo de edificar, tiempo de llorar y tiempo de reir, tiempo de hacer duelo y tiempo de bailar.
5, 6 y 7 de los proyectos de Vida. Tiempo de esparcir piedras y tiempo de juntarlas, tiempo de abrazar y tiempo de abstenerse de abrazar, tiempo de buscar y tiempo de perder, tiempo de guardar y tiempo de tirar, tiempo de rasgar y tiempo de coser, tiempo de callar y tiempo de hablar.
8 de las relaciones. Tiempo de amar y tiempo de aborrecer, tiempo de guerra y tiempo de paz.
Estas categorías son cíclicas y conducen a la madurez y a la experiencia. Mejoran la relación con las personas y por lo tanto con Dios, (1 Jn 4.20-21).
Pero estos versos, (3. 2 – 8) no son un todo estático, sino una dialéctica dinámica de la vida, pues lo que ocurre y nos hace sentir vivir son las contradicciones de la vida. Cuando el escritor dice: “Tiempo de...”, se refiere a que hay una realidad que nos toca vivir, incluso el entrar a nuestro Getsemaní.
Esta realidad es dinámica y cada nueva experiencia surge conforme se dan en nosotros nuestras contradicciones. Debemos amar pero resentimos, debemos estar en paz pero tenemos conflictos, debemos callar pero hablamos o viceversa, y así...
Entre el tiempo de nacer y el de paz (v. 2 y 8), se nos muestra que hay todo un proceso hacia la armonía marcado por nuestras contradicciones.
Este es el escenario de nuestra existencia, esa es nuestra realidad y debemos aceptarla, no hacerlo puede conducirnos a la esquizofrenia que es una evasión de la realidad.
Nos dice el escritor de Eclesiastés que es inútil cambiar lo establecido (v.14), debemos dejar que el ciclo de las categorías se dé. Eso nos renueva pues nos permiten cambiar nuestras actitudes y nos da madurez y sensibilidad. Vivir cada categoría en cada ciclo nos prepara para vivir el siguiente.
Ésta es la realidad desde nosotros, nuestra relación con el “todo”

La realidad desde Dios, la relación de Dios con el “todo”
Estos pasajes, (vv. 10-11), nos indican la importancia de incluir a Dios para escapar a la tiranía de lo inexorable. Para poder salir de cada categoría y entrar a la siguiente aprendiendo de ella. Sin Dios, sería una realidad muy aplastante. Realidad que vive la gente pero infeliz, hasta que Dios entra a su vida o decide obedecerle.
Conozco el caso de un hogar pobre donde entró Dios. Siguieron siendo pobres, pero Dios los restauró haciéndoles vivir “normal”, que es enfrentar la vida con todos sus matices pero, sin justificar la pobreza.
Dios entrará en nuestra realidad transformando nuestra perspectiva a la suya de “todo lo hizo hermoso. . .”, haciendo posible la experiencia del gozo en medio de nuestras contradicciones. Entra a nuestra realidad incorporando la celebración de la vida y de la existencia. ¡Cuánto puede influir en nuestro enfoque de la vida el reconocer que “todo lo hizo hermoso. . .”!
¿Qué puede tener de hermoso la guerra? ¿La pobreza? Ambos son consecuencias de pecados estructurales, pecados cometidos por los que son nuestros líderes sociales y económicos y que nos alcanzan , pero lo hermoso no está en la guerra o en la pobreza sino en Jesucristo que nos provee esperanza, esperanza que nos permite caminar, avanzar en medio de las mismas. Nos ha dado también eternidad para decirnos que hay mucho más que estas categorías, que la verdadera vida es más de lo que alcanzamos a observar. Pienso que sin la eternidad allí mencionada ¿qué esperanza tendríamos? No tendría sentido luchar por los ideales como amor, paz, perdón solidaridad y otros semejantes y de origen cristiano.
No alcanzamos a comprender todo, nos dice el escritor en el v. 11c, ni hay nadie que logre comprender todo, ni nadie puede dar definiciones absolutas. Entonces, ¿para qué buscarlas? Allí se nos insinúa la fe, fe sobre el principio y el fin. No promueve conformismo sino fe. Fe activa que me permite buscar, no definiciones absolutas –allí dice que jamás las tendremos– sino definiciones relativas o temporales que nos permitan entender el tiempo o la categoría que nos toca vivir. Entender ese y solo ese tiempo y pasar al siguiente tiempo o categoría.

Restauración de Dios
Restaurar es: volver una cosa a su estado original.
¿Puede una persona que pasa por crisis profundas volver a su estado original? La Biblia nos dice que no. “Dios restaura lo que pasó” significa que Dios hace que alguien –a quien se restaura – vuelva a vivir los ciclos de las categorías. Restaurar aquí significa que Dios prepara a la persona para enfrentar la vida como es, incluso para tener nuevas crisis.
Restaurar también significa que llega un momento en que podemos entender aquello que nos pasó. De repente, encontramos el propósito de esa experiencia y ¡maduramos!
Restaurar significa el consuelo que Dios da para no quedar esclavizados en esa estación de dolor o crisis sino entrar en la estación de su gracia. Significa dejar a Jesús actuar, dejando que implante en nuestra vida el recurso del amor y del perdón, para superar –no olvidar – las heridas del pasado.
Traté un caso. La hermana me habló de su enorme resentimiento que por años había acumulado en su vida, en contra de sus padres. Ella había acudido a varios pastores y todos le dijeron que debía perdonarlos para recuperar la paz. Pero no podía y sentía que de nada le había servido recibir a Jesucristo como su Señor. Incluso le dijeron que su conversión no era genuina sino perdonaba o porque no podía perdonar. Cuando lloraba amargamente conmigo contándome su crisis y la odisea que pasó con esos otros pastores e iglesias, me preguntó “¿porqué no puedo perdonar?” Vinieron a mi mente todos estos pasajes de Eclesiastés y solo atiné a decir: “hermana, porque aún no es tu tiempo. Ahora es tiempo de llorar, de hacer duelo, de no abrazar, de tirar, rasgar, callar y gritar. Es tiempo de aborrecer. En la gracia de Dios, ese tiempo se acaba y viene el tiempo del perdón, del amor, de abrazar, de construir, de curar y de paz. Dale su tiempo a Dios.” Unos meses después se estaba bautizando. Sus padres, católicos, asistieron y se me acercaron al final de la ceremonia para decirme: “Qué cambiada está nuestra hija, desde que les conoce a ustedes, ella es otra.”
Supe entonces, que ya estaba en la categoría de las emociones y de las relaciones. Dios la restauró y está empezando a vivir el ciclo de las categorías. Como a Nicodemo se le dijo, “te es necesario nacer de nuevo”, ella nació.
Dios restaura lo que pasó ayudándonos a aprender del pasado y a construir nuestra vida con estas lecciones, con la gran posibilidad de no cometer los mismos errores.
Además, este pasaje nos dice que no hay nada que Dios no pueda restaurar.
A veces esta palabra “estructural” da comezón, pero en realidad por pecado estructural estamos entendiendo los pecados cometidos por nuestros gobiernos y líderes institucionales, como por ejemplo, la corrupción, lo que no permite que tengamos buenos empleos, mejor atención médica, mejores salarios, etc. Son pecados que afectan a la iglesia y su misión. Eso explica porque los discípulos pedían oración por “los que nos gobiernan”.

Conclusión
1. Aceptemos la realidad. Al principio tal vez queramos negarla o aún negociar con Dios diciendo “Señor si tu me sacas de esta te prometo. . .” como hijos acabaremos por rendirnos a Dios y aceptar su propósito sin buscar regateo, un “. . .mas no se haga lo que yo quiero sino como tu quieres.” Jesús también quiso regatear con Dios en el huerto de Getsemaní, y acabó rindiéndose a Él. La vida tiene un orden establecido por Dios. No tratemos de cambiarlo, pues no podemos (v. 14). Démosle su tiempo a Dios.
2. La eternidad nos permite trascender los límites. No nos quedamos esclavizados por esa realidad crítica que nos toque vivir. Podemos aspirar a lo nuevo. Allí esta la fe, la esperanza y el amor de Dios. Lo que pasó, pasó y no lo podemos cambiar.
3. Disfrutemos de la Gracia de Dios que nos llegó por medio de Jesucristo. Con su amor y perdón podemos reconciliarnos con esas cosas, crisis del pasado mejorando nuestro nivel de vida y estando listos para el siguiente ciclo.
Dios nos restaura para que nos movamos a la siguiente estación de nuestra vida. A una nueva relación, a un nuevo trabajo, una reubicación, a otras disciplinas, a otra manera de servir a Dios, etc. Sólo nosotros podemos congelarnos en una estación, no lo permitamos.

DIOS TE BENDIGA .
Enviada por Lourdes del Carmen Gaber

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