Pero con nuestra inseguridad tapamos la voz del Espíritu Santo y escuchamos otras voces y cuando dejamos de escuchar la voz de Dios, nos perdemos en el mapa, y comenzamos a buscar que la gente nos diga, nos señale, y nos guíe en el camino pero, lamentablemente, ellos están más perdidos que nosotros. Mucha gente nos manipulará al aconsejarnos y nos dirá: “esto te conviene”, cuando en realidad a quienes les conviene es a ellos; y de esa manera te quitarán lo que te pertenece y arruinarán tu vida.
Hubo una mujer que estaba “perdida en el mapa” porque andaba sin rumbo, estaba desperdiciando su vida, porque ella se entregaba a cualquier hombre, pero un día le sucedió algo diferente, llegaron dos hombres a su casa que no la estaban buscando a ella, sino que habían sido enviados por un general llamado Josué, para que investigaran la ciudad de Jericó en donde justamente vivía esta mujer.
Va a haber un momento en tu vida en que las cosas van a cambiar radicalmente, porque Dios mismo, dará la orden a alguien para que vaya a tu casa a bendecirte.
El rey de esa ciudad se enteró de que estos hombres estaban en la casa de Rahab y le mandó a decir a ella que los entregase. Pero ella era una mujer de fe, ¡sí así como escuchaste! y decidió no entregarlos. Fíjate lo que le dijo a los espías:
“Sé que el Señor les ha dado esta tierra; porque el temor de ustedes ha caído sobre nosotros, y todos los moradores del país ya han desmayado por causa de ustedes. Porque hemos oído que el Señor hizo secar las aguas del Mar Rojo delante de ustedes cuando salían de Egipto”.
Primera declaración de fe:
Ella dijo: “Sé que el Señor les ha dado esta tierra”, no tenía duda de que el Dios de ellos era el verdadero Dios porque él había secado el Mar Rojo. Era una mujer que le temía a Dios, sólo por haber escuchado acerca de él. Hay personas que cuando abrazan la fe, lo hacen de tal manera que creen con todo su corazón, aunque “vivan al límite” como Rahab.
ELLA ERA MAL VISTA POR LA GENTE, PERO FUE BIEN VISTA POR DIOS.
Segunda declaración de fe:
“Oyendo esto, ha desmayado nuestro corazón; ni ha quedado más aliento en hombre alguno por causa de ustedes”.
PORQUE EL SEÑOR SU DIOS ES DIOS ARRIBA EN LOS CIELOS Y ABAJO EN LA TIERRA.
Ella no necesitaba que le explicaran doctrinalmente quién era Dios, porque ella había creído en él.
La fe no se explica, porque no tiene lógica racional, la fe no es para opinar, la fe es para vivir. Se puede opinar de política, de fútbol, de trabajo, pero de fe no se opina; de fe se vive, de fe se conquista y se cree.
Tercera declaración de fe:
“Les ruego pues, ahora, que me juren por el Señor, que como he hecho misericordia con ustedes, así la harán ustedes con la casa de mi padre, de lo cual me darán una señal segura; y que salvarán la vida a mi padre y a mi madre, a mis hermanos y hermanas, y que librarán nuestras vidas de la muerte”.
Ella hizo un trato con ellos, y puso como testigo a Dios, todo el que juraba por Él sin duda tenía que cumplir. Por su fe se salvó toda su familia, porque ella veía al Dios de Israel más grande que su reputación, que sus problemas, y que la imagen distorsionada que otros tenían de ella.
Rahab un día dejó de vivir en el muro, porque no estaba ni afuera, ni adentro, necesitaba encontrar un lugar seguro. Pero un día se fue a vivir a su casa, porque cuenta la historia que se casó, y de su descendencia nació el Señor Jesucristo.
¡Recuerda que tu descendencia heredará las naciones de la tierra!
Si te identificas con esta historia, no olvides que Dios no te ve como los demás te ven. Sólo tienes que ir a él y pedirle que perdone tus pecados (cualquiera que sea) y te limpie con la sangre de su hijo Jesucristo.
Dice el libro de hebreos: “por la fe la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes,pues había recibido en paz a los espías”.
En este pasaje se dice lo que ella hacía, no para recordarnos nuestros pecados, sino para mostrarnos que para el Señor no existe ningún pecado que no merezca su perdón, y lo más glorioso es que dice que fue obediente, porque le creyó a Dios no a los hombres.
La fe es confiar en lo que el ojo no puede ver.
Los ojos ven al león que acecha, la fe al ángel de Daniel.
Los ojos ven tormentas, la fe ve el arco iris de Noé.
Los ojos ven gigantes, la fe ve Canaán.
Tus ojos ven tus faltas, tu fe ve a tu Salvador.
Tus ojos ven tu culpa, tu fe ve su sangre.
Autora: Silvia Truffa