“Y te vestí de bordado, te calcé de tejón, te ceñí de lino y te cubrí de seda” (Ezequiel 16:10). Cada frase de este pasaje nos ayudará a descubrir la importancia y el significado de lo que nos quiere enseñar la Palabra. Primero dice: te vestí. Este verbo se usa bastante, con el sentido de ser envueltos por algo.
Seremos cubiertas con lo que Dios tiene para nosotras. En otras ocasiones, la Biblia nos habla de nuestra necesidad de vestirnos de ciertas características espirituales (Ro 13:14); pero aquí recibimos la obra de Dios, nos preparamos para que haga su voluntad en nosotras. La novia no escoge su atuendo, sino que el Novio está colocando sobre ella lo que Él sabe que se le verá mejor. Por ejemplo, en Isaías 61:10 nos dice: “Dios...me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia, como a novio me atavió”.
Estas son ropas que han sido especialmente elaboradas para la que las recibe, por las que Dios pagó un alto precio. Él invirtió toda la eternidad en crearlas. Mandó a su Hijo unigénito para poner los últimos toques, por medio de su muerte y el derramamiento de su sangre. Dios preparó todo minuciosamente para disfrutar este momento con nosotras.
Las vestiduras de bordado que el Novio nos coloca son una indicación del valor que da a la relación con su novia. Son ropas finas y elaboradas. Las ropas sacerdotales, por ejemplo, también eran bordadas y simbolizan el oficio y la posición de la persona que las portaba.
El bordado señalaba la importancia y la riqueza de sus dueños. El Salmo 45: 13-14 lo confirma, al decir..hija del rey...de brocado de oro es su vestido... Dios la levantó y colocó en una posición importante y valiosa.
Cuando estaba todavía desnuda y sucia, la novia no se veía como una persona capaz de entablar una relación con un Dios Todopoderoso; pero Él se encargó de buscarla, y ahora que efectuaron todos los cambios en su persona, puede recibir la imagen que su Novio tiene de ella, y será reflejada en las ropas reales que Él está colocando sobre sus hombros. Cuando logramos entender que nuestro exterior, ahora, comenzará a reflejar nuestro interior, la forma de pensar sobre nosotras mismas se verá obligada a cambiar.
Ya no nos podremos ver como aquella mujer abandonada y desnuda, sino como la novia del Dios Altísimo, y Él trajo a nosotras las señales de nuestra posición. La ropa es una parte importante de nuestra autoimagen. Cuando nos hemos arreglado y peinado, mejora nuestra confianza. Aun nuestro porte cambia.
Lo exterior comúnmente refleja el interior, pero también es verdad lo opuesto. Cuando sabe que se ve bien, cambian sus pensamientos y acciones, ¿verdad? Cuando es envuelta en la salvación y la justicia que son las ropas que Dios le viene a dar, está tomando, finalmente, la identidad que Dios quiso darle. Ahora se puede ver como Él la ve.
Esta nueva identidad como una hija de Dios y como una mujer vestida con las vestiduras de Dios provocará un profundo cambio en usted y comenzará no sólo a pensar de otra manera, sino también, a actuar distinto. Sus ideas y conversaciones internas ya no podrán ser: “No sirvo para nada. Nadie me quiere.
Nunca lograré los sueños que hay en mi corazón. Ellos nunca se fijarán en mí porque no tengo nada de valor para ofrecerles”. Ahora, será así: “Yo soy hija del rey. Él me ha vestido de realeza y riqueza, de importancia y valor. Él se tomó el tiempo para elaborar mi salvación y colocarla sobre mis hombros. Debo ser alguien importante para Dios y por eso también puedo ser importante para los demás”. Una hija del Rey, una princesa, camina habla y piensa de modo distinto a los demás. Dios no llegó a usted con algo que la apocará. Su deseo no es esconderla en un lugar oscuro y que nunca más salga.
Él desea envolverla de tal manera en su nueva identidad, que pueda reconocer que Él le ha dado la fuerza para ser la mujer de sus sueños y ha removido toda la vergüenza y el rechazo de su pasado. Él la vistió con ropas bordadas.
Nolita W. de Theo