Hoy me levanté sabiendo que Dios me amaba.
Recordé sus promesas, mientras observaba el mundo con sus réplicas.
Retuve viejas canciones, y la hora que dormía con mis diálogos.
Continuaba el día y salí a la calle, crucé la plaza, me senté, quería aprovechar
el sol del atardecer, cerré los ojos y vi la palabra agonía.
Me corrió un escalofrío, mientras mi corazón se ensanchaba y exclamé:
¡Bendito Getsemaní¡
Autor: Claudia Arevalo