Nacieron juntas
porque eran mellizas. Y vivieron juntas toda la vida, hasta morir en
enero de 1993 a los cuarenta y tres años de edad. Eran Yvonne e Yvette,
dos hermanas de Long Beach, California.
A
los seis años de edad comenzaron a cantar juntas. Juntas, y con otros
grupos, cantaron por todo el país. Juntas actuaron en circos y en
televisión, y juntas estudiaron enfermería. Siempre estaban juntas
porque Yvonne e Yvette no podían separarse. Eran hermanas siamesas,
unidas físicamente por la cabeza.
En
la ceremonia fúnebre el pastor de ellas, John Shepherd, dijo: «Juntas
nacieron, juntas vivieron, juntas alabaron a Dios en canto, juntas
partieron de este mundo, y juntas llegaron al cielo.»
He
aquí una historia como para hacer una película. Cuando Yvonne e Yvette
nacieron, su madre, que era muy pobre y estaba separada de su esposo,
tenía ya cinco hijos. Cuando le dijeron que debía internar a las
siamesas en alguna institución especializada, la buena mujer contestó:
«Dios me ha enviado estas niñas, y Él me enseñará como criarlas.»
¿Cómo
pueden dos hermanas siamesas vivir cuarenta y tres años juntas y ser
felices? ¿Cómo pudieron, a los seis años de edad, cantar juntas en la
iglesia, y luego continuar su vida actuando en circos y en televisión?
¿Cómo pudieron viajar por todo el país con otros conjuntos, y sin
embargo estudiar la carrera de enfermería?
Pudieron
hacer todo eso conservando un carácter alegre y optimista, porque su
madre confió en Dios y puso a las siamesitas en sus manos. La fe en
Dios produce fuerzas increíbles donde éstas no existen.
Hay
personas que niegan la realidad de un Salvador viviente. Niegan que
Dios es amor. Niegan que la fe en Cristo tenga poder. Niegan que Dios
puede y quiere intervenir en nuestra vida. Niegan todo lo que es
cristiano, espiritual, divino y eterno. Por eso viven en la amargura, la
derrota y la miseria. Y por eso mueren sin esperanza, porque nunca
quisieron creer en el Dios de la esperanza. Pero vidas como las de
Yvonne e Yvette McCarther son un rotundo mentís a todas esas personas
que niegan la eficacia del amor de Dios.
Cristo
vive, y puede dar perdón, salvación y triunfo sobre todas las
contrariedades de la vida. Cuando alguien clama a Cristo en medio de sus
frustraciones, Cristo está a su lado, dispuesto a tenderle una mano de
salvación. Él desea ser nuestro refugio. Confiemos en Él.
Hermano Pablo (Mensaje a la conciencia)
Enviado por Sonia Judith Rivera