Muchas mujeres piensan que por el hecho de ser mujer han venido al
mundo a sufrir. Para algunas mujeres la vanidad ha sido motivo de
sufrimiento, desde niñas, como por ejemplo, cuando sus mamás les hacían
esas colitas que les estiraban tanto el cabello, que dolía. Luego en la
adolescencia, aparte de empezar a sufrir de cólicos y cambios de humor
en “esos días”, hay que empezar a depilarse las cejas, axilas y
piernas…¡eso duele! Llegan a la edad de tener novio y sufren si éste las
deja.
Cuando piensan que ya deben casarse, sufren si aun no hay un
candidato. Cuando aparece el candidato, se casan, se embarazan y ahí
empiezan los sufrimientos de embarazada, los mareos, las náuseas, las
piernas hinchadas, etc. Y después de haber tenido varios hijos, quieren
verse jóvenes y delgadas y recurren a dietas con las que sufren de nuevo
y si no ven resultados, van al cirujano plástico y a sufrir de nuevo
con la operación. Piensan que si no lo hacen, el esposo las puede dejar
por otra
¡Como se sufre por ser mujer! Así ven la vida muchas mujeres, como un
sufrimiento continuo. Son mujeres quejumbrosas, que no saben disfrutar
de la vida, que ven solo lo negativo. Pero ese no es el plan de Dios
para la mujer.
Dios le ha dado a la mujer un privilegio invaluable, el de dar vida a
otro ser humano. Ese es el orgullo más grande de ser mujer. El embarazo
y el parto es comparable a lo que Dios tiene reservado para nosotros.
Cuando vamos a tener un hijo sufrimos, sí, pero sabemos que al final,
todo ese sufrimiento se verá recompensado de tal manera que hasta lo
olvidaremos. No existe nada en este mundo que se compare con la dicha de
tener a nuestro bebé en los brazos. El dolor físico más atroz no puede
ser capaz de superar esa felicidad tan grande. Igualmente, en nuestro
paso por este mundo, sufrimos por quienes nos hacen daño, nos lastiman,
hieren nuestros sentimientos. A veces somos víctimas de la injusticia,
de la infidelidad, somos agredidas, insultadas, humilladas, etc.
Sufrimos enfermedades, accidentes, caídas, golpes, preocupaciones,
temores, angustias, estrés, en fin, estamos expuestas a todas estas
cosas, mientras estamos aquí, pero debemos aprender a sobrellevar
cualquier aflicción, tomadas de la mano de Dios, porque sabemos que al
final del camino, El nos recibirá en sus brazos. Si hacemos esto, no
tenemos nada que temer y cualquier sufrimiento se minimiza.
Esta vida es como un embarazo, donde se sufren molestias físicas y
emocionales, pero quienes nos mantenemos fieles a Dios, durante ese
camino por recorrer, tenemos la certeza de que a la hora del “parto”,
llegará la felicidad a raudales y volveremos a casa, a una casa mejor
que la que tuvimos en nuestra vida terrenal, a una casa preparada
especialmente para cada quien en particular. Allí, jamás sufriremos,
jamás lloraremos, no volveremos a sentir dolor ni angustia. En esa
morada celestial veremos nuestras esperanzas hechas realidad y viviremos
en eterno gozo.
Así que no te quejes mujer, vive tu vida con alegría, disfrútala,
agradece a Dios cada día de tu vida porque te dio el privilegio de ser
mujer y agradécele por tener una vida como la que tienes, porque otras
mujeres no corrieron con esa suerte. Hay mujeres en ciertos lugares del
mundo que de veras sufren por el hecho de ser mujeres, son
discriminadas, maltratadas, pisoteadas, consideradas peor que animales,
no tienen libertad alguna, no pueden tomar decisiones ni siquiera en su
vestimenta, tienen que ocultar sus rostros, ni siquiera merecen ser
vistas, según el sistema religioso y político de sus países.
Su vida es muy desgraciada, pero lo peor es que estas mujeres, no han
tenido la oportunidad de conocer al verdadero Dios ni a Su Hijo
Jesucristo, que vino para salvarlas. Y si algunas llegan a saber de El y
quieren seguir su camino, son perseguidas y asesinadas. Ellas sí
conocen el sufrimiento, un sufrimiento sin esperanza.
Alabemos al Señor porque nos hizo mujeres y nos puso en el lugar
donde estamos. Agradezcamos su infinita misericordia para con nosotros,
porque nos trajo a su Hijo, que es el camino hacia la salvación, con la
que acabará todo sufrimiento y gozaremos de la vida eterna junto a El.
“Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no
son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de
manifestarse.” Romanos 8:18 RV
Angélica García Sch.
mujerescristianas.org