LA ÚLTIMA PALABRA

Permite que Dios tenga la última palabra en tu vida, y llegarás a vivir la vida de plenitud que Él ha declarado tuya. Hace poco, escuché unas palabras que de verdad me impactaron. Eran las palabras de alguien quien daba testimonio de algo que había sucedido en su vida:

"Durante aquel momento tan difícil, permití que Dios tuviera la última palabra en mi vida".


Esa frase me llevó a revisar mi corazón, y me hice la pregunta que ahora te hago. En las situaciones difíciles que enfrentas, ¿quién tiene la última palabra en tu vida?

El mundo en el que vivimos está lleno de voces y palabras que nos dan sus opiniones y tratan de llevarnos por el camino que creen es el correcto. Aun el simple hecho de que seamos mujeres, implica oír voces que otros no escuchan como nuestras emociones, nuestros estados hormonales y nuestra imaginación. Tenemos que ser honestas y admitir que, en muchas ocasiones, cuando enfrentamos alguna situación o decisión, son esas las voces a las que les ponemos más atención, aparte de las de nuestras amigas, ¿verdad? Sí, eso es así. Lo peligroso de eso es que conforme vaya­mos escuchando y seamos guiadas por todas esas voces, la voz del Espíritu Santo se irá apagando. Y, como hijas de Dios, eso debería ser al revés.

La voz de Dios, de su Espíritu Santo, debería ser la mayor y más influyente fuerza en nuestra vida. De hecho, debemos ser cambiadas a la misma imagen de Cristo, y eso se provoca sólo con vivir una vida en la que cada decisión, actividad y palabra lleguen a ser guiadas y gobernadas por la voz del Espíritu Santo.

Juan 1:1 nos dice que Jesús es el Verbo de Dios, o sea, la Palabra de Dios. Al recibirlo en nuestro corazón, hemos recibido la Palabra de Dios; y esa Palabra efectuará profundos cambios en y a través de nuestra vida, si la oímos y la ponemos por obra. La Palabra que mora en mí, tiene en sí el mismo poder que creó todo el universo. Entonces, si la Palabra que mora en nuestro corazón tiene todo el poder de Dios tras ella, ¿cuánto más no podrá darme para que pueda yo obtener dirección, sabiduría, paz, paciencia, amor y mucho más?

Permíteme exponerte algunos ejemplos prácticos de cómo puede funcionar esto. Si has recibido un mal diagnóstico médico —uno que arroje algún problema grave de salud— ¿qué sería lo primero que pensarías? Acaso algo como: "Ay, ahora sí voy a morirme. ¿Quién cuidará a mis hijos?", o quizá algo como: "Aquí terminó mi camino. ¿Verdad que es fácil pensar así?

Pero permitir que Dios tenga la última palabra, nos llevaría a recordar las palabras de Dios en Jeremías 33:6: "Yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré”.

¿Te fijas qué diferentes son las palabras de nuestro Dios? El mismo principio se puede aplicar a todas las áreas de nuestra vida. Si llegas al trabajo un día sólo para recibir la noticia de que ya no tienes trabajo, no pienses que ya no podrás pagar el alquiler ni que a tus hijos les faltará lo necesario. Mejor recuerda la promesa de que Dios suplirá cada una de tus necesidades.

O cuando el enemigo viene a decir palabras de angustia y temor a tu oído, y tu corazón se agita y tu mente imagina toda clase de calamidades, pon atención a la voz de tu Salvador: "…no se turbe vuestro corazón, ni tengan miedo…" (Juan 14:27). Dios promete guardarnos en completa paz, si nuestra mente se mantiene puesta en Él.

Dios no desea que vivamos siempre preocupadas, ansiosas por el mañana e imaginándonos lo peor. Llegan muchas voces a nuestra vida, pero nosotras tomamos la decisión de ponerles atención o no. Podemos vivir según lo que dicten esas voces o bien podemos decidir escudriñar la Pala­bra de Dios y oír su voz. La clave está en ponerle atención a Él.

Te animo para que cada día, al despertar, tomes la decisión de escuchar la voz de tu Buen Pastor.

Determina no prestar atención a las voces de tu enemigo ni a las de tu carne, y sé a­tenta a la voz de tu Padre, para que Él tenga la última palabra éste y todos los días. Permite que Dios tenga la última palabra en tu vida, y llegarás a vivir la vida de plenitud que Él ha declarado tuya


Nolita W. de Theo. Vida Cristiana.-

Enviado por Nilda Ortíz

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