"...ACEPTAOS MUTUAMENTE, ASÍ COMO CRISTO OS ACEPTÓ A VOSOTROS..." (Romanos 15:7 CST)
Algunas personas lo ponen muy difícil que se les acepte. Algunas tienen mal temperamento, son egoístas, criticonas, irritantes, desdeñosas, agresivas y pomposas. A veces te gustaría decirles cuatro cosas y darles lo que merecen: todo menos aceptación. El mandamiento de "aceptaos mutuamente" no nos agrada. Si Pablo se hubiera parado ahí, tal vez podríamos eludir la directiva, interpretándola como que el apóstol se refería seguramente a gente buena, razonable y aceptable. Sin embargo, va más allá "así como Cristo os aceptó a vosotros" (Romanos 15:7 CST). ¿Eras bueno, razonable y agradable? No, pero Él te aceptó, con todos tus defectos, y to davía lo sigue haciendo. A lo mejor piensas: 'Alguien tiene que enderezar a esta gente y exigirla que se comporte bien'. Es decir, ¿así como Jesús exigió lo mismo de ti cuando te aceptó?
Los cristianos romanos tenían problemas para recibir a sus hermanos más nuevos en la fe, y Pablo los corrigió: "Recibid al que es débil en la fe, pero no para entrar en discusiones... pues Dios lo ha aceptado" (Romanos 14:1-3 CST). No nos compite corregir a la gente, sino aceptarla. Dios nos pide que aceptemos a personas desquiciadas, no espirituales, carnales, odiosas, con falsa doctrina, o simplemente malas personas. No tienes que aprobar lo que hacen, ni estar acuerdo con ellos, pero aceptarlos es obligatorio. No hay un grupo de élite, ni privilegiados, ni casos especiales. Todos estamos en el mismo nivel, debido a dos realidades: nuestro pecado y la Cruz de Cristo. Los judíos y los gentiles se me nospreciaban los unos a los otros, incluso después de ser cristianos. Cada grupo quería que el otro cambiara y fuera como ellos. Pero Pablo cogió el hacha y fue a la raíz del árbol: "Él es nuestra paz... y mediante la cruz [reconcilió] con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades..." (Efesios 2:14-16). A nosotros nos corresponde aceptar a los demás; dejemos que sea Dios quien los enderece.
Por Bob y Debbie Gass, con la colaboración de Ruth Gass Halliday